El otro día coincidí con un amigo cofrade que me narró una situación que se produjo en la sede de una hermandad cordobesa hace unos años. Verán, todos hemos leído en los tiempos noticias en las que se contaban que algunas hermandades habían decidido realizar un casting para seleccionar a la persona que se haría cargo del llamador. Pues bien, de una manera más discreta, o eso pretenden, el fenómeno ha llegado a todas partes, o casi.
Resulta, que un capataz de la localidad se presentó con su equipo de contraguías en la sede de una corporación cordobesa, citado por ésta, para tener una reunión con vistas a ser el nuevo capataz de un paso de la hermandad. Mientras esperaban pacientemente, observaron, para su sorpresa, cómo salían de la sala a la que estaban esperando acceder otras dos personas (compañeros, aquí se conoce todo el mundo) que obviamente habían acudido para lo mismo. Nuestros protagonistas fueron los siguientes en la lista (desconozco la longitud de la misma) y después de una entrevista, no fueron elegidos. Este procedimiento podrá ser denominado de formas diversas, casting también.
Y es que cada vez son más frecuentes noticias curiosas relacionadas con el mundo del costal, como aquella en la que cierto capataz declinó hacerse cargo de determinado martillo. Capataz que no había sido el primero en ser cuestionado. Al parecer, al menos hubo otro que dio la misma respuesta. En estos casos, el proceso continúa hasta ocupar la vacante; y a veces no es la hermandad quien tiene la sartén por el mango, por las circunstancias o por querer apuntar a donde no se debe, pero no deja de ser un casting.
Llegado a este punto y considerando que, al parecer, hay personas cuya opinión ha de ser escuchada de manera imprescindible a la hora de que una Junta de Gobierno determine al elegido, propongo una idea que supone dar una vuelta de tuerca a este método de selección. Propongo que las cofradías que necesiten cubrir una vacante de este tipo pongan en marcha lo que he venido en llamar “Operación Martillo”; no “Triunfo” no, “Martillo”… el hecho de que termine siendo un triunfo lo dirá el futuro.
El método es muy sencillo. Verán, consiste en proponer una lista de no menos de diez candidatos (cuantas más opciones, más rico será el proceso) realizada a iniciativa de la hermandad o a resultas de las ofertas emitidas por los interesados en la vacante, esto irá en función del potencial del llamador ofrecido… de lo apetitoso que sea, vaya.
Una vez confeccionada la lista, se habilitará un espacio cerrado en el que serán recluidos todos los candidatos y en el que serán sometidos a una exhaustiva serie de pruebas que tendrán que superar. Cada día una prueba. ¿Qué se yo?, dirigir a una persona con los ojos cerrados bajo un taburete a lo largo de un angosto pasillo, lidiar en conflictos generados en un grupo de estudio creado al efecto (actores aficionados, si pueden ser costaleros con experiencia, galones y vocación de gallo, mejor), evaluación del tono de voz y si se logra el nivel de transmisión adecuada… Se valorarán aspectos fundamentales como la longitud de las patillas, el número de veces que se hayan visionado vídeos de la Amargura o el Valle, el compadreo manifiesto con gurús del mundillo, que el porte con terno negro esté a la altura de lo exigido (lo que viene siendo ser elegante y guapete), adoptar la posición de cruce de brazos y mirada seria ante el paso, asintiendo con gesto estóico mientras un nazareno les susurra al oído y haciendo caso omiso de sus indicaciones pero sin que lo parezca, que tengan la capacidad de convertirse en mudos al llegar unas elecciones (esta prueba debería ser analizada en estudios de laboratorio) o en su defecto que apoyen siempre al actual ganador, al que tenga más probabilidades de ganar vía legal o por presunto pucherazo o el número de amigos en barras y saraos (bodas, bautizos y comuniones), entre otros factores de especial trascendencia para ocupar el cargo. Que exista correspondencia entre el estilo de la cofradía y los candidatos es secundario, a nadie escapa que otros elementos esenciales gozan de una importancia muy superior.
Se establecerá un método de votación que tendrá tres fases. Una primera en la que votarán los miembros de la cuadrilla que representará un 50% del peso del resultado final, un segundo nivel en el que quienes podrán dar su opinión serán todos los hermanos de la cofradía (30% del peso total) y un tercer nivel en el que directamente se permitirá votar a toda la afición (20% restante). Todo ello a través de unas líneas telefónicas habilitadas al efecto… “Quieres que gane el Candidato Gómez? Envía GÓMEZSI al 123456”. Como se puede apreciar la Junta no vota, únicamente ofrece alternativas, así luego no hay responsabilidad que valga; esto por la Calle del Lodo lo hacen de lujo. Cada semana se nominará a dos de los candidatos para que uno de ellos en virtud del mencionado sistema de votación sea expulsado del recinto. ¿Cómo dicen? ¿Gran hermano? No, no, me gusta más Operación Martillo es mucho más elegante y la elegancia es básica en estos casos. Puede que el método pueda alargarse bastantes semanas, pero no se invertirá más tiempo que el que algunas hermandades han empleado en cubrir vacantes.
Por descontado que todo el proceso sería televisado. Ofrezco gustosamente nuestra página para realizar la retransmisión a través nuestra. ¿Audiencia? Por favor, ¿por quién me toman? sería únicamente un experimento sociológico como diría Mercedes Milá.
Probablemente la idea les parezca descabellada pero… quítenle el puntito de guasa, las cámaras y los teléfonos habilitados al efecto… y el recinto cerrado, y ahora piénsenlo detenidamente, ¿estamos realmente tan lejos de este esperpento? Yo, francamente les digo, como diría ese gran filósofo que mi niño llama Bob Esponja, “…no lo sé, Señor Cangrejo…. no lo sé…”