Esther Mª Ojeda. Al igual que hiciéramos unos días atrás con la veneradísima Virgen de Araceli, transportándonos con Ella a los comienzos de una larguísima historia de tradición que se prolonga hasta el día de hoy y que culminaba con una fotografía de la Patrona de Lucena en su camarín allá por el año 1915 – imagen facilitada por la cuenta de Twitter “Semana Santa en Lucena”, @SSenLucena – volvemos la vista hoy hacia el pasado de otra de las grandes devociones de la provincia de Córdoba: la Virgen de Linares.
Hace unos meses, ya hablamos sobre los orígenes de la historia de esta talla que, a diferencia de la Virgen de Araceli, sí tuvimos oportunidad de ver en la Regina Mater hace poco más de un año. Cabe recordar que esta arraigada tradición se remonta al año 1236, lo que nos sitúa en la Reconquista de Córdoba de mano del rey Fernando III, quien según la leyenda, depositó a la Virgen de Linares en una atalaya de la sierra donde el monarca había acampado en compañía de su ejército. Con ese sencillo gesto que le valió la denominación de “Reina Conquistadora de Córdoba” daba comienzo una veneración que ha sabido mantenerse intacta con el paso de los siglos.
Como no podía ser de otra forma, de Ella también se tiene toda una galería de antiguas fotografías que daban testimonio de algunos momentos de su historia, como la del traslado de Córdoba al Santuario en el año 1940, precedida de la imagen de San Fernando y acompañada de una gran cantidad de fieles, o la de la salida de la Virgen de la Catedral en 1994 después de haber pasado nueve días en el altar mayor.
Pero sin duda, más curiosa es si cabe por su gran antigüedad la primera de las fotografías que nos ha hecho llegar Rafael Reyes Requena. Se trata de una instantánea realizada en la década de 1890 – más concretamente entre 1890 y 1897 – por el fotógrafo cordobés Eleuterio Almenara, quien al parecer tenía su estudio en la Calle Claudio Marcelo. Un período en el que, debida a la decisión tomada en 1881, aparece desprovista de sus hasta entonces habituales mantos y en raras ocasiones volvería ya a lucirlos. Una determinación cuya razón reside en el descubrimiento, en ese lejano año 1881, por parte del jesuita Juan Bautista Moga que dejaba al descubierto el querubín y la media luna que se encuentran a los pies de la Virgen.
Llegado ese punto, se pudo observar el estado de deterioro en el que se hallaba la talla, motivo que la llevó a someterse a una restauración en 1885 que dirigiría Rafael Romero Barros, director de la Escuela Provincial de Bellas Artes y padre del ilustre Julio Romero de Torres. Un proceso de gran dificultad que se centró en la recuperación de sus características originales, perdidas anteriormente en labores de dorado, realizadas en distintos momentos de la historia que modificaron su aspecto hasta la distorsión.
Por otra parte y estrechamente relacionada con el ejemplo arriba mencionado, encontramos la segunda fotografía con la que se nos ha obsequiado y que nos presenta a la Virgen de Linares, de nuevo junto a la imagen de San Fernando y también en 1940, traspasando los arcos de la emblemática Iglesia de San Lorenzo una vez finalizada la Guerra Civil, suceso por el que la imagen había sido traída hasta la capital y que, como bien sabemos duda nos dejó en herencia unas de las anécdotas más amargas y sorprendentes de cuantas se tienen constancia en el mundo cofrade.
Fotos remitidas por Rafael Reyes Requena