Niño, de aquí a poco serás testigo de cómo en esta taberna se forjan los grandes acuerdos de martillo y costal para la próxima semana santa. Es un ritual clásico que muy rara vez suele fallar en sus pasos y en su tradicional conclusión.
A la luz de la luna y al calor de las copas comienzan las discretas negociaciones. Sutanito y su equipo comienzan a comentar cómo al susodicho Sutanito les han ofrecido tal y cual martillo, los cuales los mismos no saben si coger (mentira cochina porque Sutanito mata a su madre por sacar a la calle aunque sea una mesilla de noche) porque no las tienen todas consigo a la hora de contar con la gente suficiente para no matar a nadie.
Y ahí, niño, entra mi protagonista favorito en escena: el costalero que se bebe hasta el agua de los floreros, amigo de todos, compadre de todo el mundo y que conoce el oficio más que nadie. Este, cuando le llega el rumor -así como por casualidad- del martillo ofrecido, se acerca a Sutanito y, borracho como mal perro, le espeta: "Sutanito, tú sabes que yo te quiero como a mi padre. Y como te quiero como a mi padre, te juro que yo el próximo Domingo de Ramos cojo mi costal y me voy contigo donde tú vayas. Y allí te llevo yo a mis 40 amigos que te vamos a sacar las castañas del fuego. Así que coge ese palio sin miedo, que como Fernandito que me llamo que allí estamos todos estos y yo". Y el capataz Sutanito y el costalero Fernandito se funden en un abrazo eterno para sellar ese pacto de amor martillo-trabajadera que pone los vellos de punta. "¡Me cago en la leche, Fernandito! ¡Tú si que eres un tío grande! ¡Tú sí que eres mi amigo!", grita Sutanito eufórico pensando que el tema lo tiene resuelto con los 40 de Fernandito.
Pero luego llega el duro invierno, niño. Y las promesas se las lleva el viento. Sutanito se da cuenta de que Fernandito y sus amigos ya no responden al teléfono y, por supuesto, no se presentan a igualás y ensayos. Con lo cual Sutanito tiene que pedir favores hasta al lucero del alba para intentar sacar adelante el marronazo que tiene ante sí en forma de paso de palio. Y esto te digo, niño, que es todos los años lo mismo. Martillo, costal y copas que vienen y van, mal suelen acabar.
Julio el Tabernero