Suspira el querubín sobrevolando una iglesia fernandina preguntándose enternecido, cómo han podido engañar como un chino a quién puede quedarse sólo abanderando la revolución, cuando el caudillo original compruebe airado que poco a poco se van descontando efectivos en su bando. Suspira porque la ingenuidad en política se paga y porque hay que ser consciente de cuándo soltó tu mano quién te la agarró rumbo al precipicio para que seas tú quien caiga al abismo.
Suspira el ángel escudriñando curioso desde la antigua muralla para intentar desvelar si es cierta la sorpresa que dicen que aguarda en la trasera de un paso de palio. Suspira por quienes cierran puertas en narices o dan respuestas enigmáticas que no hacen sino alimentar el misterio; y se divierte por el absurdo del secretismo que generan esas mismas especulaciones que dicen querer evitar.
Suspira aliviado porque podría haber donde antes no había y porque podría desvelarse el camino que se hallaba oculto entre las nubes de la incertidumbre. Suspira satisfecho haciendo sonar sus palmas porque la opción no es mala para recuperar la estabilidad necesaria.
Joaquín de Sierra i Fabra