Guillermo Rodríguez. Tal y como adelantamos en Gente de Paz a finales del mes pasado, el próximo 25 de septiembre, la hermandad del Amor vivirá una de las página más emotivas de su historia reciente. Un episodio que se desarrollará lejos del barrio que naciera a resultas de la impagable acción social del inolvidable Fray Albino. Será en la ciudad de Cádiz, desde donde hace ahora un cuarto de siglo la impresionante imagen de Nuestro Padre Jesús del Silencio partió para encontrar cobijo en una hermandad humilde, en una hermandad de barrio, que cambió para siempre con su llegada.
La memoria de las hermandades se nutren de una combinación de factores que determinan su esencia y construyen su idiosincrasia, esa intrahistoria que se traslada de generación en generación. La Hermandad del Amor del Cerro, que se fundó en 1955 en torno a una antigua imagen de un Crucificado, al que se rendía culto en la ciudad al menos desde las primeras décadas del siglo XVI, al que el barrio del Cerro profesa una infinita devoción y al que se unió a principios de los ochenta del pasado siglo, María Santísima de la Encarnación, la hermosísima dolorosa que naciera de la gubia de Luís Álvarez Duarte, vio cómo su historia se vería profundamente alterada cuando en 1991 se incorporó a la hermandad la imagen de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes.
Tras una serie de acontecimientos que sucedieron en la ciudad gaditana hace un cuarto de siglo, que hemos recordado en este medio en las últimas semanas, el Señor del Silencio, tuvo que abandonar el hogar para el que fue creado y buscar acomodo lejos de la Tacita de Plata. En pleno debate sobre qué hacer con la imagen del Señor, el sacerdote capuchino Fray Ricardo de Córdoba, que por entonces se encontraba en Cádiz predicando los Cultos de la Orden Servita, se hizo eco de los acontecimientos poniendo en contacto a la Junta Pro-Cultos del Señor del Silencio con la Junta de Gobierno de la Hermandad del Amor de Córdoba. El acercamiento entre ambos grupos se llevó a cabo durante el mes de septiembre del año 1991. El por entonces hermano mayor de la Hermandad del Amor, Joaquín Santiago Fenoy y el Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba, Juan B. Villalba, hicieron posible, con el visto bueno de los obispos de Córdoba y Cádiz y de Silverio Sotomayor, cofrade gaditano, que la imagen pudiera encontrar, por fin, una sede donde poder rendirle culto.
Por todo este cúmulo de circunstancias, la Hermandad ha querido que el día de la efemérides el acto central tenga su epicentro en la ciudad desde donde marchó, volviendo de este modo a los orígenes de la imagen. El sencillo y emotivo acto, comenzará con una visita al Azulejo del Señor del Silencio que existe en la calle Benjumeda de la capital gaditana, tras la cuál se celebrará una Solemne Eucaristía, a partir de las 13:30, en la iglesia de San Antonio, lugar en el que el Señor del Silencio estuvo durante unos años expuesto al culto hasta que salió para Córdoba. Una ceremonia que estará presidida, como no podía ser de otro modo, por el capuchino Fray Ricardo de Córdoba, el gran artífice de que hoy la ciudad de San Rafael, cuente entre su patrimonio con esta magnífica imagen del insigne Ortega Bru. La Eucaristía estará concelebrada por el sacerdote gaditano y hermano de la Cofradía Marco Antonio Huelga. A su término se descubrirá y se bendecirá una pintura del pintor gaditano Antonio Álvarez del Pino que será el cartel oficial de esta efemérides.
Una jornada en la que entremezclarán los sentimientos de cordobeses y gaditanos en torno a la imagen del Hijo de Dios, que guardó Silencio ante la prepotencia y la injusticia para elevarse poderoso por encima de las leyes de los hombres, y que pasará a formar parte de la memoria colectiva de los hermanos de la corporación y de los devotos de Jesús del Silencio.