Suspira el querubín atravesando nubes de incienso contando cirios prendidos que caminan tras fuertes devociones arraigadas en corazones cautivos y, mientras observa con orgullo y esperanza a las jóvenes llamaradas de fe, comprueba que estos sustituyen a muchos hermanos que ya peinan canas y cuya presencia echa en falta.
Suspiros alados por una puerta que unos quieren abrir y otros mantener cerrada a toda costa, aunque el ángel es consciente de que algunos que posturean porque se abra no quieren realmente verla abierta y sufren desvelos en sueños muy cercanos al Santísimo.
Suspira el ángel por un sacerdote que buscó confesión y la encontró pero que, descontento con lo que escuchó por parte de su confesor, se marchó trasquilado al comprobar que, a pesar de lo que él y los suyos creen que corren, comprobó tristemente que otros le adelantaron por la derecha y no le dieron chance siquiera para alcanzarlos.
Joaquín de la Sierra i Fabra