Esther Mª Ojeda. En publicaciones anteriores de Gente de Paz, hemos tenido la oportunidad de acercarnos un poco más al pasado de nuestras hermandades, llegando a conocer en mayor profundidad las imágenes que conformaban los antiguos y desaparecidos misterios junto a los que diversos titulares recorrían las calles de la ciudad califal en décadas pretéritas.
No obstante, cabe asimismo destacar los distintos y notorios cambios que, con el paso del tiempo, se han ido sucediendo bajo las bambalinas de algunos de los palios cordobeses.
El primero viene de la mano de una corporación tan representativa como la de Santiago, pues a pesar de que hoy en día sería inconcebible ver al Santísimo Cristo de las Penas sin la compañía esencial de la Virgen y San Juan, el antiquísimo crucificado procesionó en completa soledad durante 16 años. No fue hasta 1973 cuando la conmovedora escena del Calvario comenzó a tomar forma con la llegada de la Virgen de los Desamparados de Antonio Eslava y se completó finalmente cuando, en 1978, el mismo imaginero realizaba la imagen de San Juan Evangelista para la clásica cofradía.
Sin embargo y aunque actualmente a más de uno le sea difícil de imaginar, lejos de haber permanecido siempre a los pies de la cruz, hubo un tiempo en que ambas obras de Antonio Eslava realizaron estación de penitencia bajo el palio que hoy acoge a la Virgen de la Concepción. El estreno se produjo en el año 1979, muy poco después de la llegada de la imagen de San Juan aunque, poco después la hermandad se vio afectada por el famoso incendio generado en su parroquia y que redujo a cenizas tanto el paso de Cristo como los respiraderos del nuevo paso de palio. Tras enormes esfuerzos, la hermandad pudo al fin realizar su estación de penitencia en la Semana Santa de 1980 aunque el Santísimo Cristo hubo de hacerlo sobre unas parihuelas – cedidas por la sevillana Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de las Aguas – y la Virgen con faldones de terciopelo negro a modo de bambalina que suplían la ausencia de los desaparecidos respiraderos.
Tras las vicisitudes acaecidas en aquellas fechas debidas al forzoso traslado que, en primer lugar condujo a la cofradía de Santiago hasta la vecina Parroquia de San Pedro y posteriormente hasta la Ermita del Socorro – debido a las reformas de la anterior – la Hermandad del Santísimo Cristo de las Penas pudo al fin estrenar el respiradero frontal del palio en la Semana Santa de 1985.
La estampa a la que daban lugar la Virgen de los Desamparados y San Juan Evangelista bajo palio, a la que ya había comenzado a habituarse el pueblo cordobés, se vio alterada en 1987 con la nueva incorporación de María Santísima de la Concepción, fruto de una donación por parte del hermano de la corporación Manuel Jiménez García. Así las cosas, las tallas que antaño realizase Antonio Eslava volverían a procesionar junto al inigualable crucificado de Santiago, volviendo con ello a sus orígenes no sin antes habernos dejado instantáneas como la que encabeza este artículo, la cual fue tomada en 1983.
Algo similar ocurrió en el seno de la Hermandad de la Expiración. En el contexto de 1918, la corporación de San Pablo resurge ya en su actual sede como fruto de los esfuerzos realizados anteriormente por el Padre Claretiano Antonio Pueyo, artífice del traslado del agonizante crucificado desde la actual San Francisco donde había recibido culto incluso después de la desaparición de su primitiva hermandad.
Con tales antecedentes, el Santísimo Cristo de la Expiración realizaba por primera vez su estación de penitencia desde la céntrica San Pablo en la jornada del Viernes Santo de aquel lejano 1918 ya con la inestimable compañía de la discreta Virgen del Silencio, talla anónima de la escuela granadina que había sido donada a la recién constituida cofradía, entonces bajo la advocación de los Dolores.
No sin haberse enfrentado a diversas épocas de esplendor y decadencia, la dolorosa que agacha su cabeza a los pies de la cruz llegaba a los últimos años de los 60 con el cambio de advocación con el que pasaría a ser finalmente María Santísima del Silencio. Una novedad a la que se sumaría tres años después, concretamente en 1970, la adquisición de un palio de línea sevillana bajo el que pasaría a procesionar la Santísima Virgen y de cuyo estreno se tiene constancia gracias a la fotografía realizada durante la estación de penitencia de ese mismo año.
No hubo mucho tiempo para acostumbrarse a esta ahora inédita imagen puesto que cierto encargo solicitado al insigne Luis Álvarez Duarte, daba lugar a la primera aparición de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos en la Semana Santa de Córdoba de 1974, trayendo consigo la notable ausencia de María Santísima del Silencio hasta su posterior reincorporación en el paso de Cristo tan solo un año más tarde.