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miércoles, 9 de noviembre de 2016

En este Valle de lágrimas


Julio Nieto. Su mirada se clava en el frío suelo. Al cielo, no quiere mirar. ¿Por qué no me muestras tu bella mirada, Madre querida? ¿Por qué en este oscuro mes de noviembre, solo en tu luto buscas la paz? Tu hijo no está agonizando, pero sin embargo, no puedes dejar de llorar. Y es que en tus adentros madre mía, sabes que a partir de esta Sagrada Cena, con tu hijo a solas, no podrás volver a estar.

¿Cómo es posible Madre mía que a pesar de estar tan dolida, en Dios no dejas de confiar? Tu Fe, no solo mueve montañas Reina bendita, sino que además, es capaz de que al contemplar tu imagen dolida, me hagas en Dios volver a confiar.

Pues ¿Cómo es posible tanta belleza sin ser creada por nadie? ¿Cómo es posible tal perfección, si allí arriba no hay nada más?... ¿Cómo es posible que con la muerte de un hijo, una madre consiga en Dios volver a  confiar?

Y es que tú no pierdes tu Fe, Madre mía, entiendes que Dios te lo dio y Dios te lo quitará. Pero no solo ahí queda tu Esperanza, tu amor a Dios llega a mucho más y crees que lo que te ha dicho tu hijo, sin duda se cumplirá, pues su vida no termina. Él resucitará. ¿Cómo es que aún así sigues en tu valle de lagrimas, Reina querida? ¿Tan cercano ves el final?

Ayúdame Madre mía, a saber confiar, con esa misma Fe que tienes en el Altísimo y que tanta envidia me da. Porque hay veces que la impaciencia me ciega y cuando algún ser querido se va, pongo la rabia en el cielo por querérmelo arrebatar aunque entiendo que no lo he perdido, sino que luce como una estrella más en aquel reino a vuestro lado, en el que mejor, no puede estar.

Fotos Antonio Poyato









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