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jueves, 10 de noviembre de 2016

Mi luz interior: Reflexión y Esperanza


Les juro que le iba a hablar de los Donald Trump que llevamos sufriendo en las cofradías en los últimos tiempos hasta que estalló el "Asunto Esperanza", aunque bien mirado igual tiene cierta relación con lo ocurrido... Luego nos llamarán agoreros a algunos de los que opinamos semana tras semana de lo humano y de lo divino –sobre todo de lo humano, para qué nos vamos a engañar–, que envuelve a las cofradías, pero no será que no venimos advirtiendo desde hace mucho tiempo que estas cosas terminarían sucediendo. No me negarán que algo inquietante está pasando en los últimos años y que la estabilidad de muchas de ellas está siendo amenazada por algunos de los pecados capitales más deleznables, entre los que destaca, por encima de otros la soberbia.

Lo ocurrido en la hermandad de la Esperanza se veía venir. Lamentablemente no es nueva la división interna existente en el seno de la cofradía de San Andrés, seguramente una de las más queridas de la ciudad de Córdoba y particularmente, ahora que no me oye nadie, una de las más queridas por mí. Recuerdo muchos momentos de mi infancia acudiendo a buscar la infinita mirada de la Esperanza de la mano de mi madre y se me parte el alma viendo lo que está ocurriendo en el seno de su hermandad.

Pero todo lo que está ocurriendo no surge por ciencia infusa sino que, en mi opinión, es consecuencia directa de aquella incomprensiblemente dura campaña electoral de 2013 que derivó en un cabildo de elecciones impugnado en el que ganó un candidato y una repetición en la que ganó el otro. No se trata de determinar quién tuvo más culpa de aquello, ni tan siquiera de quién tiene la culpa ahora. Fuese quien fuese y sea quien sea, y visto desde fuera, cuando una situación así se produce, generalmente la culpa es un poco de todos, en mayor o menor medida. Y es que dentro de las casas de hermandad se olvida que las cofradías son entidades adscritas a la iglesia católica y no peñas recreativas con una facilidad que asusta.

Cuando la legítima contraposición de proyectos a implementar en una hermandad se sustituye por luchas intestinas, peleas de barra de bar y enfrentamientos de egos, ocurre lo que ocurre, y aquellos polvos han traído estos lodos. Y tristemente esta situación no es exclusiva de la Esperanza. Ocurre en muchas otras hermandades, cordobesas y de otras latitudes. Miren lo ocurrido en San Gonzalo, con múltiples episodios bochornosos que avergonzarían al más pintado, presencia policial en el último cabildo de elecciones en la sede social para templar los ánimos incluida, que ha conseguido dividir en dos mitades prácticamente idénticas, o al menos eso arroja el resultado electoral, una hermandad que ha sido durante años un ejemplo de dinamismo y crecimiento y que ahora parece empeñada en cavar su propia fosa por obra y gracia del afán de poder y notoriedad de algunos.

Particularmente me parece lógica y coherente la posición del consiliario y digo más, se han echado en falta –y se echan– arrestos e implicación en muchos otros que siendo testigos de cómo se desmoronan las hermandades a las que presuntamente pastorean, se dedican a mirar cobardemente hacia otro lado para no coger el toro por los cuernos. Parafraseando al sacerdote, si no se dan las condiciones para que los hermanos de una hermandad la gobiernen y dirijan como una hermandad y no como un club social o un equipo de fútbol de barrio, se toman cartas en el asunto y punto.

Y si hay que suspender las elecciones se suspenden. Y si hay que nombrar una gestora, hágase. Si esto sirve para que quienes deban hacerlo reflexionen, bienvenido sea, y si vale para que den un paso al frente hermanos que estén dispuestos realmente a luchar por los intereses de la hermandad y servir en lugar de servirse, bienvenido también. Si ocurre habrá que agradecérselo a la valentía del consiliario y si no, como mínimo valorar su esfuerzo, porque al menos él si ha hecho lo que está en su mano para solucionar el grave problema. Ojalá todo este túnel termine y la luz vuelva a reinar como no hace tanto lo hacía. Reflexión, cabeza fría, humildad… y Esperanza, no queda otra.

Sonia Moreno






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