Carlos Gómez. La historia de nuestra Semana Santa se nutre de pequeños episodios que configuran su esencia y que relacionan anécdotas y sucesos en ocasiones olvidados o desconocidos por el gran público y acaso por los propios componentes de las hermandades que los protagonizaron. Orígenes humildes que preñaron la posguerra de Córdoba y de toda Andalucía de incipientes corporaciones y con el paso de los años contribuirían aventar la llama de la fe y a construir la Semana Santa tal y como hoy la conocemos. Una de las corporaciones esenciales de la Córdoba cofrade es la Paz y Esperanza de Capuchinos de cuya arca de la memoria recuperamos hoy el día de la bendición de su titular cristífero y su primera salida procesional por las calles de Córdoba.
La idea de los primeros cofrades que fundaron la Hermandad de la Paz y Esperanza de Córdoba era convertir en su titular al Cristo de la Humildad y Paciencia que en aquel entonces existía en la ermita de San Juan de Letrán y que actualmente recibe culto en la parroquia de San Lorenzo, conocido popularmente como Penitas, una imagen de Cristo desnudo en actitud orante y esperando sentado en una peña en el momento de la crucifixión.
Desaparecida la ermita de San Juan de Letrán y trasladada la imagen cristífera al templo fernandino , la Junta de Gobierno de la Corporación capuchina, ante la evidencia de la imposibilidad de disponer de dicha imagen, encargó a mediados de 1942 a Juan Martínez Cerrillo la talla de una nueva imagen procesional de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia.
A las 10:30 del 25 de enero de 1943 la Iglesia Conventual del Santo Ángel de los Padres Capuchinos se convirtió en el centro del universo para celebrar al mismo tiempo la festividad de la Virgen de la Paz y la bendición del Humilde Rey de los Cielos. La Virgen presidía el altar mayor con motivo del tal ocasión, un altar mayor adornado de manera excepcional con banderines y candelabros y un interesante exorno floral. Debajo se situaba la imagen del Señor vestido con túnica blanca de raso y cordón de oro dejando al descubierto su hombro izquierdo y la cabeza ceñida con una corona de espinas y tres potencias de metal dorado.
Fray Jesús de Pedro Abad consiliario de la cofradía fue el responsable de la bendición de la imagen actuando como padrinos Bartolomé Torrico Martos y su esposa Antonia Torrico. Tras la sencilla ceremonia tuvo lugar una Sagrada Eucaristía presidida por el guardián del convento de Antequera Fray Claudio de Trigueros, actuando una capilla músico vocal que interpretó la misa del Maestro Perossi. Cuentan las crónicas que tal fue la multitud de fieles congregados que muchos tuvieron que asistir al acto desde el exterior del templo.
Poco más de un año después, el 15 de marzo de 1944, tuvieron lugar los cultos que por aquel entonces marcaban las reglas de la Corporación y que anunciaban la llegada de la Semana Santa. El Miserere de Gómez Navarro, el Tantum Ergo de Bach y la Misa de Perossi interpretados por cantores de la talla de Gil, Giménez, Guerrero, Rosal y Raya otorgaron un especial esplendor al culto, que se desarrolló bajo la dirección de Fray Agustín de Antequera y predicado por el Ilustre Señor don Vicente Ledesma, canónigo de la Santa Iglesia Catedral. La fiesta de regla fue presidida por el obispo de Córdoba Fray Matías Solá Farrell.
Tras la celebración del besamanos la Junta de Gobierno de la Hermandad comenzó a ultimar los preparativos para una nueva salida procesional especialmente significativa por la incorporación del Señor de la Humildad y Paciencia a la cofradía. Las dificultades económicas de una hermandad muy joven habían hecho inviable habilitar un paso para el titular cristífero por lo que se hizo necesaria la impagable colaboración de la Hermandad de la Expiración, quien en boca de su hermano mayor Pedro Moya Cerezuela cedió desinteresadamente el suyo para convertir en realidad la primera salida procesional de Humildad y Paciencia.
El cortejo iba precedido por los batidores a caballo de la Guardia Municipal seguidos por la banda de cornetas y tambores del Frente de Juventudes y detrás de ellos la cruz de guía y más de 200 nazarenos entre los que se distinguían nítidamente los que acompañaban al Cristo por sus cubrerostros morados. La imagen de Cerrillo presentado en soledad en el centro del paso y la sencillez de su exorno, representando la llegada de Cristo al Calvario, recibió el aplauso inequívoco de los medios de comunicación locales y del público en general que se congregó para ser testigo de un momento para la historia.
Figuraban en la presidencia las representaciones oficiales de las autoridades militares y civiles configurando un cortejo muy del gusto de la época, entre quienes destacaban el General González Badía, el Gobernador Civil Señor Macián Pérez, el Alcalde Señor Luna Fernández y el Presidente de la Diputación Señor Salinas Anchelerga.
En consonancia con este gusto que mencionábamos y la indiscutible relación original de la Hermandad de la Paz con el ejército, el cortejo se cerraba con distintas representaciones de centros militares y la bandera, banda y compañía de honor del Regimiento de Infantería de Lepanto que desfiló ante las imágenes al concluir la carrera oficial.
Bartolomé González capataz de aquel acontecimiento histórico contaba como anécdota que en la puerta del Círculo de la Amistad de la calle Alfonso XIII entregó a los costaleros el donativo con el cual se premiaba su trabajo, una cifra que ascendió a doscientas pesetas.
De este modo inequívocamente humilde se incorporó a la Semana Santa de la ciudad de San Rafael una de las imágenes que despiertan mayor expectación y devoción cada luna de Nisan. Mucho ha cambiado la Semana Santa desde entonces pero no el favor del público, la devoción del pueblo, la entrega de sus hijos que estuvieron a su lado desde el primer día y permanecen para mayor gloria del Humilde Rey de los Cielos.
__________________________
Bibliografía
Cincuentenario Fundacional de la Cofradía de La Paz. 1990. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba.