Carlos Gómez. La Hermandad de los Servitas, que hace tan sólo unos días fue noticia en virtud de la presentación del logo creado con motivo de la celebración del Cincuentenario de la Bendición de María Santísima de la Soledad, ha celebrado en torno a la Festividad de la Purísima Concepción, tal y como sus reglas establecen, su tradicional Besamanos en honor de la Madre de Dios, al que nuestro compañero Benito Álvarez acudió para dejar testimonio gráfico a través de este excelente reportaje.
La historia de esta imagen de Dolorosa sevillana presenta dos etapas diferentes. Una primera está asociada a su autor original, el prolífico Antonio Castillo Lastrucci quien, a través de su nieto Adolfo Arenas, la donó en el año 1959 a la Hermandad de El Gran Poder. No está claro si lo que se pretendía con ello era sustituir a su titular María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, pero la verdad es que Castillo alguien debió considerar le proporcionó un óvalo facial algo grande como para encajar sin apuros con las amplias proporciones del San Juan Evangelista de dicha Corporación. La segunda etapa llega con la vuelta de esta talla a la familia de Castillo, donde fue adquirida por 15.000 pesetas por los hermanos Pechero Guinea, quienes posteriormente la donan a la Cofradía de los Servitas.
Se trata de una preciosa imagen de Dolorosa de candelero para vestir, de 1,69 metros de altura. Presenta a la Virgen de pie, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, el rostro sereno y la mirada algo baja, como perdida. Justamente por la citada circunstancia de que su rostro era bastante grande, se vio oportuno realizar en ella una amplia remodelación y retalle, trabajo que llevó a cabo el también escultor Antonio Joaquín Dubé de Luque en 1966, mejorando y ajustando notablemente el original. Por dicha intervención sus rasgos quedaron magistralmente potenciados por su gubia, que en un gesto de virtuosismo llegó a trazar los frágiles surcos de lágrimas que caen levemente desde sus ojos; por lo que esta bella y bien acabada talla de Dolorosa le debe a Dubé de Luque la prestancia y el empaque que le ofrece su aspecto actual. Abundando en esta afirmación, hay que decir que el mismo Dubé le proporcionaría un nuevo juego de manos en el año 1967.