Esther
Mª Ojeda. En el pasado año 2015, la Hermandad de la Expiración acometía la
restauración del palio de Nuestra Señora del Rosario. Una tarea que recaía en
las expertas manos Antonio Villar con las miras puestas en la Regina Mater
celebrada posteriormente en el mes de junio. Sin embargo el resultado ya se
había dejado ver en cierta medida anteriormente, concretamente en el mes de
marzo, pues para entonces el bordador había concluido la primera fase de
restauración de los bordados.
Aquella
primera etapa del proceso se había centrado en la limpieza del techo de palio así
como en la restauración y pasado de la bambalina frontal, a la que se le había
incorporado un terciopelo nuevo y se le había rebajado el relieve de la
ornamentación, encuadrándose con ello más aún en el prototipo del
característico palio de cajón. Sin duda una primorosa labor a la que había que
sumar la incorporación de un nuevo fleco de camaraña con el que se remataba la
estética de la obra de arte bajo la que se mece la Virgen del Rosario.
No
obstante, la primera fase de la restauración había ido todavía más allá
teniendo en cuenta la limpieza – por parte del imaginero Sebastián Montes – a la
que también habían sido sometidos los ángeles que un día fuesen realizados por
Rafael Barbero. Todo ello constituían los primeros pasos hacia una renovación
que en ese momento contaba con la supervisión de una comisión técnica entre la
que cabía destacar la presencia del célebre Fray Ricardo de Córdoba, quien
fuese el artífice del diseño del palio de la Santísima Virgen además del
director de los bordados en los talleres de las Religiosas Filipenses del
hispalense Convento de Santa Isabel.
Con
ello, cabe remontarse al contexto en el que se desenvolvía la corporación de
San Pablo poco antes de la llegada de la Virgen del Rosario. Corría el año de
1970 cuando la Expiración hacía gala de un importante estreno: el palio de
estilo sevillano que había pasado a cobijar a la discreta Virgen del Silencio,
una histórica instantánea que ya compartíamos en anteriores publicaciones de
Gente de Paz.
Ese
mismo modelo sevillano, impulsado por el posteriormente elegido hermano mayor, Rafael
Zafra León, será en el que la hermandad del Viernes Santo se inspire a partir
de ese momento para abordar cualquier proyecto desembocando en una dinámica
revitalizadora para el resto del universo cofrade cordobés, que había pasado un
tiempo sumergido en diversas crisis y estancamientos.
El
entonces máximo responsable de la Hermandad de la Expiración fue quien en 1973 –
tan solo un año después de haber pasado a ocupar el cargo – se plantease
realizar el encargo de una nueva dolorosa. En este punto de la historia era en
el que un joven Fray Ricardo entraba en escena para desempeñar un papel
decisivo.
La
Iglesia de San Pablo se convertía entonces en el escenario en el que Rafael
Zafra tendría ocasión de conocer fortuitamente al popular capuchino, lo cual
dio lugar a una conversación entre ambos que Zafra aprovecharía para abordar el
tema del encargo de una nueva y deseada titular para la corporación. Esta idea
fue muy bien acogida por el fraile, quien con gran ilusión le proponía para tal
labor a un todavía desconocido sevillano: Luis Álvarez Duarte.
Con
la designación del insigne imaginero, la Virgen del Rosario – claramente encuadrada
en el estilo de la primera etapa de Álvarez Duarte – llegaba a Córdoba como la primera imagen del
artista para la ciudad califal, abriendo el paso para todas las que a partir de
ese momento habrían de venir, también de la mano de un activo Fray Ricardo de
Córdoba quien asimismo empezaba a ser una pieza fundamental en la reinvención y
el fortalecimiento de nuestra Semana Santa.
Con
esa primera y acertada intervención, Fray Ricardo se ganaba la confianza de la
cofradía de San Pablo que más tarde se materializaría en el palio y el manto de
su propio diseño con los que finalmente el fraile se consagraba en el marco
cofrade cordobés.
De
aquella época, el que fuera asesor, director artístico e intermediador en
numerosas hermandades, reconocía en ocasiones anteriores guardar grato recuerdo,
pues la Virgen del Rosario significó para él la oportunidad perfecta para
llevar sus ideas a la práctica y el magnífico resultado no dejó indiferente a
nadie, mereciendo críticas más que positivas y convirtiéndose en toda una
referencia en el territorio andaluz.
Sin
embargo, del palio original que en su día diseñase Fray Ricardo al que
restauraba Villar pueden identificarse algunos cambios sustanciales apreciables en
la fotografía que ilustra el presente artículo, publicada por Alto Guadalquivir
en el año 1979. En ella puede observarse fácilmente la longitud original de la
bambalina que entonces lucía unos bordados extendidos a lo largo del fleco. Actualmente,
esos diseños han desaparecido de la bambalina, la cual también se recortó hasta
permitir que el bordado que rodea el escudo de la hermandad se adentre en el
espacio primitivamente reservado al fleco.
Con
cambios y todo, Fray Ricardo se enorgullecía de la valiosa pieza a la que su
destreza creativa había dado lugar, lamentándose de que la saya y los faldones
no se llegasen a realizar para completar el conjunto pero consciente del
reconocimiento que le acarreó hasta llegar a ser una de las figuras más
influyentes en el renacimiento de la Semana Santa cordobesa.
Fotografía Alto Guadalquivir