Lo que está pasando con el "affaire Miércoles Santo" está alcanzando niveles de matrícula de honor. Mucho se lleva hablando en las últimas semanas y no todo fundamentado en conocimiento de causa. Aunque también es cierto que no todo el mundo ha contando toda la verdad, lo cual es lógico en negociaciones con la complejidad que tiene esta que nos ocupa. No se ha contado, por ejemplo, que en las negociaciones ha habido quien ha hecho un inapropiado uso de los malos modos que no tienen cabida en negociaciones de este calibre, si bien, lamentablemente, su aparición no ha sido nada nuevo en estas reuniones, y no lo ha sido precisamente en las desarrolladas previamente, encaminadas a conseguir que el traslado sea un éxito, en algunas de las cuales se perpetraron hace ya meses, ciertas formas arrabaleras que al parecer no fueron sino la antesala de otras que se han venido reproduciendo en particular en algunas del Miércoles Santo.
Actitudes más de pelea de patio de colegio que de legítimas discusiones entre caballeros, que es la categoría que se ha de presuponer a personas que ostentan el cargo de hermano mayor o cualquier otro dentro de una junta de gobierno. No digo que aquellos polvos hayan traído estos lodos, quien no tiene educación no la tiene por mucho que otros hayan utilizado formas de taberna en reuniones y asambleas con anterioridad, pero claro, a ver quien es el guapo que le dice a nadie que no se exprese en determinados términos cuando un miembro del propio equipo de gobierno que representa a todos los cofrades ha utilizado expresiones elevadas de tono.
Lo cierto y verdad, es que esta noche es la última oportunidad, el último cartucho, y el buen fin de esta última bala que parecía que no se hallaba en la recámara y que, según me cuentan, se ha logrado celebrar por el empeño de cierto miembro de la junta de gobierno de la corporación claretiana que no estuvo en ninguna de las negociaciones y que visto lo visto su presencia era imprescindible y porque el Delegado Diocesano se ha querido mojar para intentar encontrar una solución, lo que debe merecer el aplauso de todos los cofrades de la ciudad. Lástima que no obrase con la misma diligencia en sucesos pretéritos en los que se echó en falta cierta implicación para que la justicia prevaleciese. Rectificar es de sabios. Hay que reconocer que el círculo se hubiese cerrado si hubiese dado un paso más asistiendo a esta reunión decisiva. Es de aplaudir que se reúna con las cinco hermandades para templar ánimos y que pida a la sexta que acuda a la reunión con actitud dialogante y constructiva. Pero su presencia podría haber sido determinante.
Porque ya les digo que si a la reunión, la hermandad de Poniente acude con el ánimo de pedir colaboración y si me apuran ayuda, para evitar lo que ellos entienden un grave perjuicio para su hermandad, es factible que exista alguna posibilidad de entendimiento. Pero si por el contrario quien acuda lo hace esgrimiendo tono de exigencia o victimismo, o se vuelve a reclamar de un modo u otro un cuarto puesto que ya ha sido rechazado hasta la saciedad, la reunión no habrá servido para nada. Y la presencia de Soldado hubiera sido muy valiosa. ¿Recuerdan cuando el Obispo acudió a la reunión donde las cofradías debían decidir si acudían en masa a la Catedral la pasada Semana Santa?. Salió que sí por unanimidad, claro, a ver quien era el guapo que se señalaba con Monseñor delante. Pues con esto, lo mismo. Delante del Delegado, más de un hipotético conato de incendio seguro que se apacigua antes de que ni tan siquiera salten chispas.
Con Delegado o sin él, lo que queda meridianamente claro es que de haber una solución deberá articularse sobre los cimientos de una actitud conciliadora y el primer paso fehaciente deben darlo de manera inequívoca, quienes no fueron capaces de entender en reuniones precedentes cuándo había llegado el momento de plegar velas y abandonar posturas maximalistas que, como el tiempo se ha encargado de demostrar, no han conducido a nada. Hubo un momento en el que se puso el quinto puesto sobre la mesa y se rechazó de plano. Estoy convencida de que después de todo lo que ha llovido algunos han aprendido que tensar la cuerda más allá de lo aconsejable lo único que provoca es que termine por romperse. Como lo estoy de que, con el sacrificio y la generosidad de todos, la reunión definitiva logrará por fin, cerrar el Miércoles Santo.
Foto Antonio Poyato
Actitudes más de pelea de patio de colegio que de legítimas discusiones entre caballeros, que es la categoría que se ha de presuponer a personas que ostentan el cargo de hermano mayor o cualquier otro dentro de una junta de gobierno. No digo que aquellos polvos hayan traído estos lodos, quien no tiene educación no la tiene por mucho que otros hayan utilizado formas de taberna en reuniones y asambleas con anterioridad, pero claro, a ver quien es el guapo que le dice a nadie que no se exprese en determinados términos cuando un miembro del propio equipo de gobierno que representa a todos los cofrades ha utilizado expresiones elevadas de tono.
Lo cierto y verdad, es que esta noche es la última oportunidad, el último cartucho, y el buen fin de esta última bala que parecía que no se hallaba en la recámara y que, según me cuentan, se ha logrado celebrar por el empeño de cierto miembro de la junta de gobierno de la corporación claretiana que no estuvo en ninguna de las negociaciones y que visto lo visto su presencia era imprescindible y porque el Delegado Diocesano se ha querido mojar para intentar encontrar una solución, lo que debe merecer el aplauso de todos los cofrades de la ciudad. Lástima que no obrase con la misma diligencia en sucesos pretéritos en los que se echó en falta cierta implicación para que la justicia prevaleciese. Rectificar es de sabios. Hay que reconocer que el círculo se hubiese cerrado si hubiese dado un paso más asistiendo a esta reunión decisiva. Es de aplaudir que se reúna con las cinco hermandades para templar ánimos y que pida a la sexta que acuda a la reunión con actitud dialogante y constructiva. Pero su presencia podría haber sido determinante.
Porque ya les digo que si a la reunión, la hermandad de Poniente acude con el ánimo de pedir colaboración y si me apuran ayuda, para evitar lo que ellos entienden un grave perjuicio para su hermandad, es factible que exista alguna posibilidad de entendimiento. Pero si por el contrario quien acuda lo hace esgrimiendo tono de exigencia o victimismo, o se vuelve a reclamar de un modo u otro un cuarto puesto que ya ha sido rechazado hasta la saciedad, la reunión no habrá servido para nada. Y la presencia de Soldado hubiera sido muy valiosa. ¿Recuerdan cuando el Obispo acudió a la reunión donde las cofradías debían decidir si acudían en masa a la Catedral la pasada Semana Santa?. Salió que sí por unanimidad, claro, a ver quien era el guapo que se señalaba con Monseñor delante. Pues con esto, lo mismo. Delante del Delegado, más de un hipotético conato de incendio seguro que se apacigua antes de que ni tan siquiera salten chispas.
Con Delegado o sin él, lo que queda meridianamente claro es que de haber una solución deberá articularse sobre los cimientos de una actitud conciliadora y el primer paso fehaciente deben darlo de manera inequívoca, quienes no fueron capaces de entender en reuniones precedentes cuándo había llegado el momento de plegar velas y abandonar posturas maximalistas que, como el tiempo se ha encargado de demostrar, no han conducido a nada. Hubo un momento en el que se puso el quinto puesto sobre la mesa y se rechazó de plano. Estoy convencida de que después de todo lo que ha llovido algunos han aprendido que tensar la cuerda más allá de lo aconsejable lo único que provoca es que termine por romperse. Como lo estoy de que, con el sacrificio y la generosidad de todos, la reunión definitiva logrará por fin, cerrar el Miércoles Santo.
Foto Antonio Poyato