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domingo, 11 de diciembre de 2016

Rosa del Tepeyac, la marcha más especial para la Virgen de Guadalupe


Carlos Gómez. Hay devociones cuya vigencia trasciende más allá de las fronteras de nuestra realidad cofrade dotando a la veneración que despierta una advocación sea capaz de peregrinar miles de kilómetros para enraizar lejos de su lugar de origen. Ocurrió hace siglos con una maravillosa advocación cuyo germen proviene de tierra extremeñas y fue capaz de atravesar el océano atlántico para emerger con fuerza en el Nuevo Mundo y luego retornar a Sevilla para sembrar su semilla a la sombra de la Giralda en 1965 cuando el joven Luís Álvarez Duarte gubiase a María Santísima de Guadalupe.

En la noche de este sábado, el músico, compositor, director y arreglista Juan Antonio Godoy ha querido realizar una ofrenda muy especial a la Virgen de Guadalupe. Una nueva marcha que lleva el sugerente título de Rosa del Tepeyac, una nombre cargado de un profundo simbolismo ya que en las faldas del cerro del mismo nombre, en el norte de la Ciudad de México, se encuentra ubicada la Basílica de Guadalupe.

Cuenta la tradición oral mexicana y aparece descrito en múltiples documentos históricos del Vaticano y otros encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, que la Virgen María, se apareció en cuatro ocasiones al indio San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión a Juan Bernardino, tío de Juan Diego. El relato guadalupano conocido como Nican mopohua narra que tras la primera aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. 

Juan Diego pidió a la Virgen que le diera la señal y el mensaje para llevarlos al Señor Obispo. La Virgen entonces le dijo que subiera a la cumbre del cerrito donde solía verlo y que cortara las flores que allí encontraría, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. A pesar de la fría estación invernal y la aridez del lugar, Cuauhtlatoatzin encontró varias flores entre ellas rosas de Castilla. 

Una vez recogidas se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el santo abrió su tilma -manta de algodón que llevan los hombres del campo- y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

De esta hermosa leyenda nació una de las devociones fundamentales del orbe católico inspirada indiscutiblemente en la extremeña Virgen de Guadalupe y en su milagrosa aparición, que atravesó nuevamente el océano en un maravilloso viaje de ida y vuelta para quedarse para siempre en Sevilla. El regalo de Juan Antonio Godoy, gracias a la generosidad de un hermano, profundiza en la esencia misma de esta fortísima devoción que hunde sus raíces en el alma de México y en la de los cofrades de Las Aguas.

Foto Benito Álvarez
Foto Hermandad de las Aguas




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