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martes, 17 de enero de 2017

El promotor del Cristo de los Faroles llega al Gran Poder


Redacción. Este miércoles 18 de enero a las 20.30 h tendrá lugar en el salón de actos de la Casa de Hermandad del Gran Poder, la segunda sesión del curso de Formación de la Hermandad  Cátedra Marcelo Spínola. La sesión constará de una charla coloquio en la que se glosará la figura del Beato Fray Diego José de Cádiz desde una doble vertiente, el de su papel en la Iglesia y en la Orden de Hermanos Menores Capuchinos hoy en día y la devoción a Jesús del Gran Poder que sintió y transmitió el beato de Ubrique. La charla correrá a cargo de Rafael Pozo Bascón, de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, fundador de la Asociación Paz y Bien y Enrique Esquivias de la Cruz, abogado, anterior Hermano Mayor del Gran Poder y Pregonero de la Semana Santa de Sevilla.

Fray Diego José de Cádiz o Beato Diego José de Cádiz nació en Cádiz el 30 de marzo de 1743 y murió en Ronda, Málaga el 24 de marzo de 1801. Fue fraile capuchino español, asceta y fogoso orador beatificado por León XIII en 1894, considerado apóstol de la misericordia. Un importante personaje andaluz, promotor de uno de los emblemas de la ciudad de Córdoba, el Cristo de los Faroles.

De familia ilustre, se quedó huérfano de madre a los 9 años. Empezó sus estudios de gramática en Grazalema (Cádiz), donde se fue a vivir su padre y a los doce años estudió Lógica y Metafísica en el convento de los PP. dominicos de Ronda (Málaga). José Francisco se impuso esta triple meta: capuchino, misionero y santo. Fue admitido al noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos de Sevilla, donde profesó el 31 de marzo de 1759. Siguiendo la costumbre de los misioneros capuchinos de cambiar el nombre al terminar el noviciado y reemplazar su apellido con el de su pueblo natal, tomó el nombre de Diego José de Cádiz con el que fue conocido posteriormente. Los capuchinos, caracterizados por su luenga barba, se consideraban a sí mismos como la rama más espiritual de la familia franciscana y al mismo tiempo como "los frailes del pueblo".

A comienzos del siglo XVIII el capuchino Fray Isidoro de Sevilla, quiso dotar de carisma a su orden para diferenciarla de otras ramas del franciscanismo. A tal efecto, la Virgen se le apareció mientras oraba en el coro bajo del convento. Se encontraba vestida de pastora de la época, dándole la orden de que propagara por el mundo esta visión, lo que hizo que el fraile dedicara a partir de este momento todos sus esfuerzos por difundir la devoción al novedoso título y atuendo de Divina Pastora de las Almas. Desde la ciudad de Sevilla, la imagen de la Divina Pastora (primero pintada y luego tallada) se extendió por toda la orden capuchina y por toda la geografía andaluza. El Beato Fray Diego José de Cádiz está considerado como el gran apóstol de la Divina Pastora mereciendo ser llamado “el segundo padre de la devoción”.

Con esta formación, y dotado de cualidades sobrenaturales para la oratoria, dio comienzo en 1771 a las misiones itinerantes populares encaminadas sobre todo a la reforma de las costumbres con tales energías apostólicas que se le llegó a llamar el segundo San Pablo [1]. Nunca viajó fuera de España pero en los primeros diez años no hubo población importante que no escuchase su voz. Recorrió durante su vida prácticamente toda la geografía española. No es posible reducir en tan breve síntesis la labor de este apóstol capuchino que, siempre a pie, recorrió innumerables veces Andalucía entera en todas direcciones; que se dirigió después a Aranjuez y Madrid, sin dejar de misionar a su paso por los pueblos de la Mancha y de Toledo; que emprendió más tarde un largo viaje desde Ronda hasta Barcelona, predicando a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y a la vuelta por todo Levante; que salió, aunque ya enfermo, de Sevilla y, atravesando Extremadura y Portugal, llegó hasta Galicia y Asturias, regresando por León y Salamanca.

En el siglo XVIII la cultura española se debatía entre el mantenimiento del monopolio de la Iglesia (tradiciones, superstición, irracionalidad y tiranía) y los principios del saber científico, que representaba la Ilustración . Una muestra del aletargamiento cultural del XVIII puede ser que el catedrático de matemáticas de la Universidad de Salamanca fuera un personaje tan estrafalario como el visionario Diego de Torres y Villarroel.

En este ambiente oscurantista Fr. Diego José se movía como pez en el agua y pronto adquirió un gran predicamento . En Sevilla se le permitió usar el púlpito que se encuentra en el Patio de Los Naranjos de la Catedral, donde sólo habían predicado San Vicente Ferrer, San Francisco de Borja y el Venerable Maestro Juan de Ávila. Fue nombrado calificador de la Suprema por el Inquisidor General. Asimismo fue nombrado teólogo, examinador sinodal y canónigo en numerosas diócesis de todo el país. La Universidad de Granada le confirió en 1779 los grados de maestro en Artes y Doctor en Teología y Cánones.

El pensamiento

Fray Diego creyó que Dios le había escogido para hacerle el nuevo apóstol de España. Su director espiritual así se lo inculcaba repetidas veces: «Fray Diego misionero es un legítimo enviado de Dios a España». Y convencido de ello, el santo capuchino la emprendió lo mismo con las clases rectoras que con las masas populares . Con la expansión de la Ilustración francesa su predicación fue derivando con toda naturalidad desde la abstracción espiritual hacia la reacción política más extrema.

El clero comprendió que los intelectuales y las clases burguesas emergentes (como las Sociedades Económicas de Amigos del País), con el consentimiento y aun con el apoyo de los gobernantes, abrirían las puertas del alma española a la revolución que venía de allende los Pirineos, disfrazada de «ilustración», con maneras galantes a través del teatro y lecturas de teorías seductoramente racionalistas. Todo ello produciría en las inteligencias la «pérdida de Dios» . Luego vendría la «pérdida de Dios» en las costumbres del pueblo.

Entre la España tradicional que se derrumbaba y la España revolucionaria que se vislumbraba, fray Diego toma sus posiciones, que son: ponerse al servicio de la Fe y de la Patria y presentar la batalla a las ideas disolventes de la «Ilustración».

En su misión en Aranjuez y Madrid (1783) el beato se dirigió a la Corte. Pero los ministros del rey impidieron solapadamente que esta oyera la llamada de Dios. Intentó también fray Diego traer al buen camino a la vanidosa María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Pero, convencido más tarde de que nada podía esperar, sobre todo cuando Godoy llegó a privado insustituible de Palacio, el santo misionero rompió definitivamente con la Corte, llegando a escribir, más tarde, con motivo de un viaje de los reyes a Sevilla: «No quiero que los reyes se acuerden de mí».

Además la Iglesia española se encontraba en un momento de cuestionamiento de la autoridad papal merced al continuo desarrollo de las teorías del regalismo. Había una serie de obispos, algunos amigos de Jovellanos, que constituían un grupo de avanzadas ideas y que eran partidarios de que el poder político ilustrado nombrase obispos afines a las ideas de modernización. Entre ellos se contaban Félix Torres Amat, Felipe Bertrán (éste, obispo de Salamanca e Inquisidor general), José Climent o Antonio Tavira Almazán, todos ellos enfrentados a la iglesia más reaccionaria, partidaria de la preeminencia del Papa.

Por un exceso de celo moralizador Fr. Diego José fue acusado en 1786 en Zaragoza, de hablar en público contra los privilegios regalistas de la Corona]] y de haber injuriado a algunos personajes. En una serie de conferencias espirituales dirigidas al clero en el seminario de San Carlos, atacó las opiniones de Lorenzo Normante y Carcavilla, posesor de la cátedra de economía civil creada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País local y abogado eminente, que apoyaba firmemente el consumismo: los gastos en bienes de lujo como un medio de generar empleo y de mejorar la economía del Estado. En un sermón predicado en la catedral de Sevilla en 1784, osó cuestionar la apropiación estatal de los ingresos eclesiásticos al tiempo que denunciaba «el mal uso que muchos harían de las rentas y bienes de la Iglesia, invirtiéndolas en cosas a qué no estaban destinadas». Este flagrante desafío a la política real no quedó sin respuesta. El Consejo de Castilla suspendió el derecho de predicación del fraile y lo desterró de Sevilla a Casares (Málaga) . A pesar de todo, fray Diego José se sostuvo contumaz y convencido de la verdad de sus ideas. Fue absuelto y reivindicado.

Impulsado por vocación y por temperamento al apostolado activo, propugnó una cruzada contra los revolucionarios franceses (1793-1795). Fray Diego participó en la guerra franco-española (1793-1795), utilizando como arma de combate su verbo y su libro El soldado católico en guerra de religión. Barcelona, 1794 (dirigido en forma de carta a su sobrino Antonio, enrolado como voluntario), y ése es el sentido que le darán después de su muerte sus continuadores absolutistas durante los años de 1808 a 1814 en su lucha contra los ejércitos napoleónicos en la Guerra de la Independencia.

Fray Diego simplemente encarnó el prototipo tradicional del misionero capuchino español cerril, aferrado a la intransigencia en materias de doctrina y moral y enemigo de cualquier actitud inteligente o placentera ante la vida.

Dentro de la retórica de su época, magistralmente parodiada por el P. Isla en su "Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes", la labor del fogoso orador fue decisiva para dar vida y sentido ideológico a la España que defendía el absolutismo como un elemento consustancial al catolicismo tradicional, encarnando el mito de una España ignorante, integrista y reaccionaria. Su fanatismo y su ideología perduraron después de su muerte hasta la actualidad en lo que se llamó el integrismo fundamentalista español. Por lo que Marcelino Menéndez Pelayo [7] hace del beato Diego José de Cádiz la figura más representativa de la oratoria religiosa de España después de San Vicente Ferrer y San Juan de la Cruz.

Murió en Ronda (Málaga) el 24 de marzo de 1801, a los 58 años, víctima del vómito negro, después de 32 años de intensa vida misionera, dejando numerosos escritos y cartas espirituales. Se conservan unos 3.000 sermones suyos. El Papa León XIII lo beatificó en 1894.

Fray Diego José y la ciudad de Córdoba

Fue el promotor de la construcción en Córdoba, en la plaza de los Capuchinos, del Cristo de los Faroles, realizado por el escultor Juan Navarro León. El Cristo de los Desagravios y Misericordia, conocido popularmente como el Cristo de los Faroles así como el Cristo de Capuchinos, es un conjunto escultórico que se encuentra sito en la Plaza de Capuchinos. Antiguamente esta plaza formaba parte del Convento de Capuchinos, que aún conforma la plaza en su testero norte, y fue donada a la ciudad al ser un paso de comunicación entre la Axerquía y la Villa, a través de la Cuesta del Bailío.

Gracias a las lismonas procedentes de los Marqueses de Hariza así como al impulso del capuchino Fray Diego José de Cádiz, se eleva dicho monumento en el año 1794 por parte del cantero Juan Navarro León, atribuyéndoles la escultra a Gómez de Sandoval. Enclavada en una de los lugares más tradicionales de Córdoba como la plaza de los Capuchinos, el Cristo de los Faroles se encuentra iluminado por diferentes faroles que le rodean de ahí el nombre que ostenta. La actual fisonomía del Cristo de los Faroles tiene su origen en las verjas que se levantaron en los años 20 del siglo XX y sus faroles fueron sustituidos por otros más hoscos en el año 1984.

La plaza de Capuchinos con su escultura del Cristo descentrada en la misma, es uno de los lugares más frecuentados en Córdoba por sus visitantes, debido entre otras cosas, al empedrado original que aún mantiene. El Cristo de los Faroles se hizo nacionalmente famoso por la película de Antonio Molina del año 1958 "El Cristo de los Faroles".

Bibliografía

↑ Serafín Pro y Ruiz : "Diccionario Biográfico de gaditanos insignes" . Cádiz . 1955, pág.204-205
↑ «Fray Diego José de Cádiz contra el teatro», en Alberto Romero Ferrer, Fernando Durán López y Yolanda Vallejo Márquez (eds.), VI Encuentro de la Ilustración al Romanticismo: Juego, Fiesta y Transgresión 1750-1850 (Cádiz 16, 17 y 18 de Octubre de 1991), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz 1995, pp. 501-512
↑ Serafín de Ausejo: "Beato Diego José de Cádiz", en Año Cristiano, Tomo I, Madrid, Ed. Católica (BAC 182), 1959, pp. 684- 687
↑ Llevaneras José Calasanz de : "Vida documentada del beato Diego José de Cádiz, misionero apostólico capuchino" . 1894. Roma: p. 130
↑ Gran Enciclopedia de Andalucía. "Diego José de Cádiz, beato", Promociones Culturales Andaluzas. Sevilla. 1984 Vol.3, pág.1260
↑ Fernando Durán : Comunicación: «El Beato Diego José de Cádiz ante la fiesta (el teatro, los bailes, las corridas de toros)», en los «VI Encuentros de la Ilustración al Romanticismo: Juego, Fiesta y Transgresión», Universidad de Cádiz, 16 a 18 de Octubre de 1991
↑ Menéndez Pelayo, M.: "Historia de los heterodoxos españoles" (Madrid, 1880-1882)
Durán López, Fernando : "Tres autobiografías religiosas españolas del siglo XVIII : Sor Gertrudis Pérez Muñoz, Fray Diego José de Cádiz y José Higueras" . Universidad de Cádiz. 2003




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