La semana pasada, Miércoles de Ceniza, finalizaba mi artículo con la frase "La semana que viene, si nos dejan, hablaremos de cofradías". Pues bien, lamentablemente no nos han dejado. La actualidad que rodea a nuestro Universo Cofrade, sin ser actualidad cofrade, una vez más hace que tengamos que centrar la atención no en los Cultos que magníficamente se vienen celebrando en nuestra ciudad y en localidades hermanas, o en el Vía Crucis que presidió el Señor de la Caridad el pasado sábado o en el inminente e histórico traslado de la Virgen de las Angustias a San Agustín, sino en elementos adyacentes que nada tendrían que ver con nuestro mundo si no fuese porque algunos se han empeñado en salpicarlo.
No nos estamos refiriendo al desesperado intento de cierto plumilla cuentacuentos con aires de grandeza, que intenta justificar una vez más lo injustificable, desde su púlpito de ser superior al servicio de su amo; ni estamos en eso, ni vamos a estar. Cada cuál sabrá los motivos que tiene para demostrar día si, día también, infinita gratitud y rendir pleitesía a quien ha perdido irreversiblemente la credibilidad, arriesgándose a ser metido en el saco de la "duda razonable" cada vez que abra la boca. Se repita las veces que se repita una mentira jamás se convierte en verdad.
Estamos hablando de un desagradable suceso que tuvo el pasado sábado 8 de marzo en el transcurso del Vía Crucis del Cristo de la Salud de la sevillana Hermandad de Monte-Sión. Poca ha sido la difusión del pequeño altercado que unas cuantas intolerantes fascistoides provocaron cuando el cortejo se encontraba a la altura del Colegio Calderón de la Barca de la Calle Castellar. Al paso de la Bendita Imagen, unas impresentables (digo unas por lo que se puede escuchar en el vídeo que ha sido difundido del incidente) profirieron gritos proabortistas al paso del Cristo. La reacción de los participantes fue de silencio estóico tras unos segundos de sorpresa. Imagino que la indignación iría por dentro, pero aparentemente poco trascendió a resultas del vídeo mencionado.
Lo sucedido ha hecho que me plantee una serie de preguntas en voz alta que quisiera compartir con quienes ha tenido a bien leer estas líneas. Uno se cuestiona si resulta conveniente difundir este tipo de sucedidos. Entiendo que al igual que tradicionalmente ha ocurrido con la información sobre terrorismo existe siempre la disyuntiva de dar cobertura o no a estos hechos. Lo que mayoritariamente pretende gentuza como esta es estar bajo los focos, que se hable de ellos, lograr la relevancia que no conseguirían si su intransigente acción la hubiesen perpetrado a las puertas de un mercado o de cualquiera de los teatros que han celebrado finales carnavaleras estos días. Gritar al paso de un cortejo cofrade, que además va en respetuoso silencio es mucho más llamativo y por lo tanto el objetivo de convertirse en centro de atención es más fácil de alcanzar. Además es muy probable convertirse en protagonistas de algún vídeo, con lo que el logro es doble o triple. Y si finalmente conseguimos ofender mejor que mejor.
Si se les da propaganda hacemos exactamente lo que buscan pero por otro lado, podría ser contraproducente guardar silencio. Si permitimos que sistemáticamente una panda de antidemócratas nos ataque sin reacción alguna, corremos el riesgo de que piensen que es gratis insultarnos, y que lo que hoy son insultos y gritos, se conviertan en lanzamiento de objetos o algo mucho peor, ya hemos visto conatos de algo mucho más grave en la sevillana Santa Marina. Llámenme tremendista pero tengo la firme creencia de que más pronto que tarde sufriremos algún episodio de esta calaña no al paso de un Vía Crucis con mayor o menor presencia de público, sino en plena Semana Santa, con la bulla que ello conlleva y entonces no quiero ni pensar en lo que podría suceder.
No estoy propugnando responder con violencia a la violencia, Dios me libre, pero si que haya una reacción, que puede ir desde tapar los gritos con aplausos como sucedió en cierto congreso de partido político este mismo fin de semana o directamente, lean atentamente lo que voy a decir, invitarlas a salir de donde están. Y si donde están es en el interior de una iglesia -ya hemos visto escenas como esas en varios lugares de nuestra geografía- con más razón. Si usted "monta un pollo" en algún local de moda, inmediatamente es sacado a la calle. Pues eso, a gritar a su casa o a la puerta de la calle, ahí que hagan lo que quieran.
Soy plenamente consciente de lo poco políticamente correcto que es lo que acaban de leer y de la reacción que va a provocar en los que se autodenominan progresistas sin tener ni la más remota idea de lo que el término "progreso" significa. Debería haber hablado de humildad, paciencia, la otra mejilla, el silencio... pero con la edad, he llegado a la conclusión de que, como dijo nuestra compañera Estela García Núñez en su fantástico artículo "Moralmente politizados" hemos de ser cofrades y cristianos pero que no nos tomen por tontos.
No podemos dejar que se apropien de las aceras. La calle es también nuestra. Los cofrades y por extensión los católicos tenemos la obligación moral de expresar públicamente nuestra fe, nuestras creencias y nuestro modo de pensar. Una cosa es poner la otra mejilla y otra muy distinta no levantar la voz cuando se nos insulta y nos acusa de cosas que no hemos iniciado. Muchos de nosotros podremos estar más o menos de acuerdo con la reforma planteada de la Ley del Aborto, con matices o sin ellos, pero no es la Iglesia y mucho menos las Cofradías quienes han promovido modificación alguna. Lo que pasa es que es fácil entrar en un templo en el que se encuentran cuatro mujeres mayores a gritar e insultar, fácil y cobarde. Que griten sus consignas en las puertas de Congreso de las Diputados, pero a nosotros que nos dejen en paz. Si tuviesen un mínimo respeto por lo que significa la palabra "democracia", sabrían que tenemos toda la libertad del mundo para pensar lo que queramos. Pero ya se sabe lo atrevida que es la ignorancia. Y por la parte que nos toca, levantemos la voz y gritemos a los cuatro vientos cuál es nuestra opinión, libre, personal e intransferible, sobre los temas sociales que nos afectan como personas y como cristianos y sobre los que tenemos la obligación de posicionarnos. Hay asuntos sobre los que no sirve la equidistancia. No permitamos con nuestro mutismo el uso continuado de la tergiversación de los hechos y del lenguaje; "interrupción del embarazo" es acabar con una vida en gestación, matar, ni más ni menos, aunque se utilicen millones de eufemismos para referirse a ello. No lo digo yo, mis conocimientos en medicina se reducen a la mínima expresión, sino cualquier persona con conocimientos científicos que no quiera mentir.
Si se dice que en caso de embarazo no deseado se quiere optar por la "interrupción del proceso", llámese a las cosas por su nombre. Luego habrá que analizar si se debe poder defender cualquier cosa en democracia. También esgrimían argumentos los que gestaron y defendieron la "Solución Final" nazi y ello no les convierte en menos asesinos. Evolucionemos e implementemos soluciones alternativas que no pasen nunca por acabar con un ser vivo. Resulta incalificable, abominable, repugnante que muchos de los que se rasgan las vestiduras y se embadurnan de sangre ficticia para protestar contra la tauromaquia no tengan reparo alguno para mancharse de sangre real defendiendo que se pueda matar como solución a ningún problema, sea el que sea.
Ya sé que Jesucristo nos enseñó que hemos de poner la otra mejilla pero somos muchos los que estamos hartos de hacerlo en silencio. Ha llegado el momento de que a los cristianos se nos escuche, con voz fuerte y firme. Seamos valientes y avancemos siempre de frente, siempre.
Guillermo Rodríguez
Recordatorio El Cirineo