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miércoles, 12 de marzo de 2014

Jerez: Historia y devoción secular fundidos ante El Nazareno


El buen tiempo y la multitud respaldan el tradicional Via Crucis de la Unión de Hermandades.

Por fin, el mal tiempo no fue en absoluto la nota discordante en una jornada cofrade en las calles. Por el contrario, mandaron el cielo celeste y una temperatura agradable con algo de viento de Levante. De esta forma, el Via Crucis de la Unión de Hermandades volvió a poner su impronta en las calles con un protagonista absoluto, Nuestro Padre Jesús Nazareno, en un año sumamente especial, ya que el evento se vinculó a la conmemoración de los 750 años de la conquista cristiana de la ciudad, motivo por el que el patio de Armas del Alcázar acogió el rezo de las catorce estaciones. En cierto modo, la elección de esta secular advocación como eje del Via Crucis, provocó una fusión entre la historia de la ciudad y la de una devoción que hunde sus raíces en los mismos cimientos creyentes de Jerez. La cofradía echó el resto en la organización, poniendo entusiasmo y ganas. No en vano, sacar a la calle a Jesús no es asunto baladí por San Juan de Letrán. 

El traslado se realizó en el magnífico paso de San Juan, muy bien adaptado para la ocasión. Dada la altura de la peana que transporta al apóstol en la Madrugada, fue sustituida por otra cedida para la ocasión para dar a la imagen titular una proporción más acertada. No faltaron los ángeles pasionales del misterio, coronando el llamativo conjunto de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que vistió su túnica de las Avefrías. Las flores elegidas fueron claveles de un tono rojo oscuro, y no hizo falta preocuparse de antemano por su seguimiento en las calles, ya que la hermandad dispone del tirón devocional que le proporciona su secular presencia en los sentimientos de devotos y creyentes que han ido adoptando a esta imagen en su devocionario de generación en generación.

Así, el centro vivió una jornada con el ambiente típico de los acontecimientos importantes. Del mismo modo que el nutrido cortejo de hermanos, que transmitieron un sincero orgullo de pertenencia a su corporación portando los faroles que alumbran el camino en la Noche de Jesús; una explícita reivindicación sobre la pureza de sus formas por encima de otros criterios ajenos a la ortodoxia que se mima por Cristina. Las hermanas fueron las encargadas de portar las andas a la salida, como testimonio de la hermandad hacia quienes siempre han sido fieles a la devoción contra viento y marea. La música coral y de capilla, interpretada por el coro San Pedro Nolasco, puso la banda sonora en el recorrido de la cofradía. 

En la salida, un bonito detalle con sillas reservadas para que ancianos e impedidos pudieran ver con comodidad a Jesús. Una estampa tremendamente evocadora de la fidelidad de esta hermandad hacia los mayores, esos que han propalado la verdad nazarena de Jerez. Catorce cruces de guía señalaron el Via Crucis en el Alcázar con la presencia del obispo en un estrado, poco oportuno en sus formas, situado en una de las cabeceras del patio. 

La agradable noche, el silencio, la oración, la música coral, la tenue luz sepia, Jesús. Todo se conjugó para propiciar una atmósfera exclusiva que no desentonó con lo que fue un lunes de Cuaresma singular que convocó a los ancestros del tiempo en torno al Nazareno de Cristina, ayer el Nazareno del Jerez eterno.




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