El próximo domingo día 27 de abril los católicos viviremos
una jornada de gran intensidad. En plena Pascua de Resurrección, en la Plaza de
San Pedro, el conjunto arquitectónico que diseñó Bernini será testigo y marco
de excepción de la canonización de dos de los Sumos Pontífices más carismáticos
de la historia.
El Concilio Vaticano II y la Nueva Evangelización, bien
pueden definir en su legado las figuras de Angelo Giuseppe Roncalli (Juan
XXIII) y de Karol Wojtyla (Juan Pablo II). La Iglesia se ha puesto en marcha de
cara a un acontecimiento que ha despertado la atención no solo de fieles, sino
de un gran espectro de público en general.
A continuación analizamos algunos de los aspectos más interesantes de este momento histórico.
Los postuladores de las causas de canonización de los
Pontífices, Mons. Slawomir Oder y el Padre Giovangiuseppe Califano O.F.M., explicaron
esta mañana a los periodistas reunidos en la Oficina de la Santa Sede que los
nuevos santos también tenían defectos y eso “demuestra su humanidad”.
Los expertos resaltaron los signos de santidad más innatos
en ambos pontífices, pero también, contestaron a las preguntas de los
periodistas, y aseguraron que como seres humanos, los pontífices tenían sus
propias limitaciones.
Mons. Oder señaló que Juan Pablo II “era un hombre con
sangre en las venas”, que así como “no tenía problemas en demostrar sus
sentimientos”, a veces “se enfadaba, lo que demostraba su humanidad”.
El sacerdote polaco recordó que en uno de sus viajes, al
Papa Juan Pablo II le recomendaron usar del chaleco antibalas. Sin embargo, el
Pontífice renunció enérgicamente a esta protección con una negativa. “Lo
rechazó porque él confiaba en otro tipo de protección”, señaló Mons. Oder.
El P. Califano indicó que el Papa Juan XXIII, conocido como
el Papa “Bueno”, también tenía defectos y “solía preocuparse demasiado por las
cosas, pero tenía un sentido de sencillez y sabiduría que le ayudaban a ser
irónico consigo mismo”.
“Un día, un Obispo recién nombrado le confesó no poder
dormir por las noches debido a la ansiedad que le causaba la responsabilidad de
su cargo. El Papa (Juan XXIII) le dijo ‘¿Sabes? También a mí me pasaba lo mismo
cuando fui elegido Papa. Pero un día soñé con mi Ángel de la Guarda y me dijo
que no me lo tomara todo tan en serio’”.
Ambos postuladores coincidieron en que “todos tenemos
defectos, pero la verdadera santidad es aquella en la que el hombre responde a
la gracia de Dios corrigiendo sus errores”.
En una entrevista al "Corriere della Sera", el
cardenal Paul Poupard, presidente emérito del Pontificio Consejo de la Cultura
y del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, ha compartido sus
recuerdos como colaborador de Juan XXIII y de Juan Pablo II.
Para el Cardenal Poupard "el Papa Roncalli era un
hombre muy accesible. No podemos olvidar que fue un genio de las
comunicaciones: cuando la hija de Krusciov visitó la Santa Sede, la conquistó
diciendo que rezaría por sus hijos para concluir con un 'Dios hizo la luz y yo
veo la luz en sus ojos'".
A propósito de la santidad de Juan XXIII agregó: "Ya el
4 de junio de 1963 había quién hablaba de un Papa Santo y no solo de un Papa
bueno. Desde el taxista que me acompañó a los estudios televisivos para un
entrevista a los Obispos que trabajaban en el Concilio y quería proclamarlo
santo por aclamación".
En 1985 Paul Poupard fue creado cardenal por Juan Pablo II
que, algunos años antes, le confió el recién nacido Pontificio Consejo para la
Cultura. Recuerda a Karol Wojtyla como un hombre de pulso "que no
soportaba a cortesanos ni insinuaciones, es más daba incluso muestras físicas
de fastidio cuando escuchaba alguna. Tenía además una santa indiferencia
delante de quién lo quería incensar. Juan Pablo II era un pozo de oración: una
vez, mientras estábamos desayunando, le conté de una asistente mía que sería
operada de gravedad. Interrumpió de repente su comida y fue de inmediato a
rezar por ella".
Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de profunda
raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de
la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta
que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y
sus cualidades humanas y cristianas le valieron el nombre de "papa
bueno". Juan Pablo II lo beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta
se celebre el 11 de octubre.
Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte,
diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el
nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía
del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A
su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y
fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la
fervorosa vida parroquial, fueron la primera y fundamental escuela de vida
cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Ángelo Roncalli.
Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en
1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de
teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta
el fin de sus días y que han sido recogidos en el «Diario del alma». El 1 de
marzo de 1896 el director espiritual del seminario de Bérgamo lo admitió en la
Orden franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.
De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio seminario romano,
gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un
año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en
Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons.
Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al
obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas
apostólicas: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras
sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el
seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador en el diario
católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante,
profunda y eficaz.
En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres
grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita
apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales
y el entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini
Tedeschi, en 1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia
en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las
asociaciones católicas.
En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como
sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que
regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la «Casa del estudiante» y
trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual
del seminario.
En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Ángelo
Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto
XV como presidente para Italia del Consejo central de las Obras pontificias
para la Propagación de la fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando
círculos de misiones. En 1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para
Bulgaria y lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de Areópoli. Su
lema episcopal, programa que lo acompañó durante toda la vida, era: «Obediencia
y paz».
Tras su consagración episcopal, que tuvo lugar el 19 de
marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en Bulgaria, donde permaneció hasta
1935. Visitó las comunidades católicas y cultivó relaciones respetuosas con las
demás comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando los
sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las
incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la táctica pastoral
de pequeños pasos. Afianzó su confianza en Jesús crucificado y su entrega a él.
En 1935 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y
Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia
activa en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y
organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los católicos
y destacó por su diálogo y talante respetuoso con los ortodoxos y con los
musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra mundial se hallaba en Grecia, que
quedó devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de
guerra y salvó a muchos judíos con el «visado de tránsito» de la delegación
apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo nombró nuncio apostólico en París.
Durante los últimos meses del conflicto mundial, y una vez
restablecida la paz, ayudó a los prisioneros de guerra y trabajó en la
normalización de la vida eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios
franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones
religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de
confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de
Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica,
incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró actuar como
sacerdote en todas las situaciones. Animado por una piedad sincera, dedicaba
todos los días largo tiempo a la oración y la meditación.
En 1953 fue creado cardenal y enviado a Venecia como
patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos a quienes
siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de
Venecia.
Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre
de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de
cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor.
Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó
cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a
los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y
creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su
magisterio, sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra»,
fue muy apreciado.
Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la
revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico
Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de
los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo
llamó «el Papa de la bondad». Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su
persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz
propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del 3 de junio de
1963.
Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000,
y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan
XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.
Homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación
(3-IX-2000)
Contemplamos hoy en la gloria del Señor a Juan XXIII, el
Papa que conmovió al mundo por la afabilidad de su trato, que reflejaba la
singular bondad de su corazón...
Ha quedado en el recuerdo de todos la imagen del rostro
sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar al mundo entero.
¡Cuántas personas han sido conquistadas por la sencillez de su corazón, unida a
una amplia experiencia de hombres y cosas! Ciertamente la ráfaga de novedad que
aportó no se refería a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era
nuevo su modo de hablar y actuar, y era nueva la simpatía con que se acercaba a
las personas comunes y a los poderosos de la tierra. Con ese espíritu convocó
el Concilio ecuménico Vaticano II, con el que inició una nueva página en la
historia de la Iglesia: los cristianos se sintieron llamados a anunciar el
Evangelio con renovada valentía y con mayor atención a los "signos" de
los tiempos. Realmente, el Concilio fue una intuición profética de este anciano
Pontífice, que inauguró, entre muchas dificultades, un tiempo de esperanza para
los cristianos y para la humanidad.
En los últimos momentos de su existencia terrena, confió a
la Iglesia su testamento: «Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su
santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad». También nosotros queremos
recoger hoy este testamento, a la vez que damos gracias a Dios por habérnoslo
dado como Pastor.
Discurso de Juan Pablo II a los peregrinos que fueron a Roma
para la beatificación (4-IX-2000)
El Papa Juan XXIII, además de las virtudes cristianas, tenía
un profundo conocimiento de la humanidad con sus luces y sombras. Para ello, su
pasión por la historia, cultivada a lo largo de mucho tiempo, le resultó de
gran ayuda.
Ángelo Giuseppe Roncalli asimiló en su ambiente familiar los
rasgos fundamentales de su personalidad. «Las pocas cosas que he aprendido de
vosotros en casa -escribió a sus padres- son aún las más valiosas e
importantes, y sostienen y dan vida y calor a las muchas cosas que he aprendido
después». Cuanto más avanzaba en la vida y en la santidad, tanto más
conquistaba a todos con su sabia sencillez.
En su célebre encíclica Pacem in terris propuso a creyentes
y no creyentes el Evangelio como camino para llegar al bien fundamental de la
paz. En efecto, estaba convencido de que el Espíritu de Dios hace oír de algún
modo su voz a todo hombre de buena voluntad. No se turbó ante las pruebas, sino
que supo mirar siempre con optimismo las diversas vicisitudes de la existencia.
«Basta la preocupación por el presente; no es necesario tener fantasía y
ansiedad por la construcción del futuro». Así escribió en 1961 en el Diario del
alma.
Al dirigiros mi saludo a cuantos habéis venido especialmente
de Bérgamo y de Venecia, con el cardenal Cé y el obispo Amadei, deseo que el
ejemplo del Papa Juan os impulse a confiar siempre en el Señor, que guía a sus
hijos por los caminos de la historia.
Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su
elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a
50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres
hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su
hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del
ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio
de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera
Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de
enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938
en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la
Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego
en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a
Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio,
siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido
por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo,
fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el
seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología
de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1
de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección
del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una
tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de
fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones
para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia,
Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas
parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando
reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la
Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la
posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max
Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en
el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo
titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28
de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del
Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia
por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de
San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965),
con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et
spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16
de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó
solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su
pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha
durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable
espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo
omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó
104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país.
Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de
Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos
participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles.
Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas
[más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los
millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales
efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las
numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38
visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246
audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las
Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a
lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo.
Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros
mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los
representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a
encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y
celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la
carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva
época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio
ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la
Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para
mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a
los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las
que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó
a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231
cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público
antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias
del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales
ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria
(1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas,
15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas
apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la
Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó
el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias
Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado:
"Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y
misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal"
(noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de
poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e
identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37,
mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y
domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se
celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de
peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de
cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del
tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de
beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente
el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de
junio de 2005.