La Semana Santa de 2014 ha sido espléndida. Si hubiera que hacer
una consulta a los cofrades, todos hubieran firmado una Semana Santa como la de
este año. El tiempo ha acompañado y las cofradías, por regla general, han
brillado con luz propia, desde el ritmo, la forma de andar de los pasos, el
nivel musical... En cuanto al público, apenas ha habido incidentes de
importancia y cada vez hay menos botellonas y niñateo en las calles. Sin
embargo, tras la Semana Santa debemos plantear una serie de problemas que se
han recrudecido o puesto de manifiesto este año y que deberán ser estudiados
para 2015.
1. Las sillitas
El problema de las sillitas ha tenido su cénit este año.
Familias enteras sentadas tomando un pícnic, ya sea en silla de bastón o de
playa!, en mitad de una calle para ver pasar a una cofradía desde varias horas
antes. El problema de estas sillas, además de ocupar un espacio que bien podría
ser aprovechado por más de una persona, constituyen un verdadero problema de
seguridad al verse taponadas las vías de evacuación y los cruces de las calles,
e impidiendo la fluidez de la bulla.
Quienes defienden el uso de estas sillas argumentan que es
la única forma de que personas mayores o con problemas físicos puedan ver la
Semana Santa, ya que no hay acceso libre a la Carrera Oficial. El problema es
que la gran mayoría de quienes usan estas sillas están en plenitud de
condiciones para hacerlo de pie. El cansancio en la Semana Santa es parte de su
esencia y el dolor de pies, también. Ha sido muy habitual ver a grupos de
jóvenes veinteañeros y treintañeros haciendo uso del espacio público para montar
una pseudo Carrera Oficial.
A esto se le suma el hecho de que una gran parte de los
usuarios de estas sillas no atienden a razones cuando una persona quiere cruzar
o, incluso, situarse al lado o detrás, habiendo espacio para ello. Muchos creen
vivir en una burbuja, tener un metro cuadrado de propiedad en esa su calle,
«porque llevo tres horas para ver pasar la cofradía». La Semana Santa no
entiende de horas. Si para ver una cofradía hubiera que esperar tres horas, no
daría tiempo a ver ni tres, y además no hay necesidad alguna. La normalidad y
la servidumbre de paso debe presidir la bulla de la Semana Santa.
El Ayuntamiento va a estudiar el asunto ya que, a pesar de
que existe una ordenanza que las prohíbe, este año la inacción policial ha sido
patente.
2. Tensión entre el público
Algo que va relacionado con el comportamiento incívico de
parte del público son las excesivas discusiones que se producen por la
ocupación del espacio. Es verdad que este año han descendido las botellonas y
ya no se ve tanto niñateo en las calles como hace una década, pero es común
cuando está pasando una cofradía escuchar a gente vociferando. Un ejemplo es el
sucedido en la salida de San Esteban cuando un joven le propinó un puñetazo a
un hombre mayor por una discusión de esta índole. Aunque ha sido un hecho
aislado, está latente una crispación general entre el público.
Nadie puede situarse delante de una persona que ha llegado
antes a un lugar, pero tampoco puede esa persona impedir que alguien se ponga
detrás o al lado, por mucho que su espacio vital se vea reducido.
Delante de los pasos se han vuelto a ver a numerosos
cangrejeros, que deben comprender que en determinados momentos están
entorpeciendo el paso de la cofradía. No obstante, también existe excesivo celo
por parte de algunos agentes de seguridad que, incluso, cometen abuso de
autoridad y actúan por la fuerza. El paso no es un toro en un encierro de los
sanfermines, no es peligroso ni atropella a nadie.
3. Retrasos y número real de nazarenos
Si de algo ha servido el debate previo de los horarios en la
Semana Santa es para que las cofradías tomen conciencia de la necesidad de
cumplirlos. «El que no lo cumple, está señalado», y por eso se ha visto a las
hermandades pasando sin pausa en los recorridos de ida... pero también en los
de vuelta. Las entradas más tardías se han adelantado este año, como es el caso
del Lunes Santo o el Miércoles.
Sin embargo, hay cofradías que han dejado retraso –caso de
la Esperanza de Triana o algunas del Domingo de Ramos–. Muchas de estas
cofradías, no obstante, no tienen tiempo material para pasar en el minutaje que
tienen asignado actualmente y se hace imprescindible para el buen
funcionamiento de la Semana Santa que se ajusten al número de nazarenos real de
la Semana Santa. Y luego están los datos que ofrecen lascofradías. Algunas
anunciaban 300 nazarenos y que, contados, eran 137.
4. Nazarenos de carnaval
En Semana Santa salen casi 60.000 nazarenos y la mayoría
saben a lo que van. Sin embargo, hay otros muchos que se revisten con la túnica
y el capirote como si aquello fuera el carnaval. En la era digital donde todo
el mundo puede hacer una foto y compartirla al momento es más fácil que pillen
a un nazareno dejándole la cruz a un amigo fuera de la fila, a otro fumando en
un bar o a nazarenos sin capirote estando o no la cofradía aún en la calle.
El hermano mayor del Gran Poder fue claro en este asunto
antes de salir: «El respeto a nuestra túnica de nazareno. La imagen de un
nazareno en sentado en un bar de la Alameda hace daño a la hermandad. Debemos
ser conscientes de que el mal comportamiento de uno mancha el del resto». Amén.
5. Palios «con ruedas»
En cuanto al asunto costaleril, el nivel de las cuadrillas
es altísimo. Cada vez se ven menos pasos perdiendo el compás o dando coletazos.
Sin embargo, algo muy comentado esta Semana Santa ha sido la forma de moverse
de algunos pasos de palio, que parece que llevan ruedas. Existe una nueva moda
de que las bambalinas no se muevan y no sólo en palio de corte fúnebre, sino
algunos otros más populares.
Cada vez más palios llevan «amortiguadores» en los varales
para impedir el movimiento del palio, perdiendo totalmente la esencia de lo que
han sido. Aunque es una opinión sesgada, ha sido muy comentada durante la
Semana Santa.
6. «Nivelito» de las saetas
Quien haya escuchado las saetas de Manuel Cuevas al Cristo
de Burgos, de Manuel Lombo a la Amargura, Álex Ortiz al Museo o de El Sacri a
San Isidoro, podría pensar que la saeta no tiene por qué estar en decadencia,
si no fuera porque el otro 70% son gritos y no rezos cantados. La saeta es un
cante a proteger, no todo el mundo puede lanzarse por mucha promesa que tenga.
Lo ocurrido un año más en la Soledad de San Lorenzo, en la
entrada, no debe volver a suceder. Hasta tres saetas a la vez, pisándose, y a
cual más desastrosa, se llegaron a cantar. Aquello parecía Operación Triunfo y,
el premio, para el que cantara la última. Menos mal que allí estaba El Sacri
para cantar aquello de «divino broche de oro que cierra la Semana Santa».
7. Marchas inapropiadas
Este año ha habido un regreso a lo clásico, a lo de siempre,
a lo que perdura porque es bueno. Se han escuchado marchas que antes era casi
imposible: «Sevilla Cofradiera», «Nuestro Padre Jesús», «Virgen del
Subterráneo», «Valle de Sevilla», «La Esperanza de Triana» o «Cristo en la
Alcazaba». Eso ocurre porque los repertorios en las cofradías lo hace alguien
que sabe y conoce. En el Cachorro, por ejemplo, la Presentación al Pueblo ha
tocado marchas clásicas por encima de otras nuevas que nada le pegan al
crucificado de Ruiz Gijón, aunque también se escucharon.
Sin embargo, hay algunas hermandades que no vigilan este
asunto y se escuchan algunos bodrios sólo por el hecho de que hay que vender un
disco o porque va dedicado a un titular. No todo lo nuevo es malo, ni mucho
menos, pero tampoco vale todo.