Corría el mes de noviembre de
2008 y conseguí convencer a cuatro amigas para acudir al señalado evento a
cambio de algo que ustedes me van a permitir que me deje en el tintero. Quid pro quo, ya se sabe. La Hermandad
de la Esperanza de Triana organizó una salida extraordinaria del Santísimo
Cristo de las Tres Caídas para conmemorar el IV centenario de la fundación de
la Hermandad que originalmente dio culto al Vecino más antiguo del barrio. Para
cuando pusimos los pies en el antiguo arrabal de la ciudad vecina, el
pontifical que se celebraba en la portada del convento de las Mínimas, en la
calle Pagés del Corro, había dado comienzo. Eran más de las 18.15 horas y el
retorno a Santa Ana, desde donde había partido el Nazareno, no estaba previsto
que se iniciara hasta las 20.00 horas. Hubo tiempo para tomar café y recorrer
Triana hasta que a la hora fijada para que el cortejo echase a andar nos
apostásemos en la esquina de Pagés del Corro con San Jacinto. Podría prolongar
hasta la infinidad estas letras recreándome en narrarles lo desesperante que
fue la larguísima espera que mis acompañantes y yo tuvimos que padecer, pero
creo que caería en un completo sinsentindo y les aburriría hasta la extenuación
como hizo esta salida extraordinaria con nosotros. Hasta las diez menos cuarto
no llegó a nuestra altura la cruz de guía y cerca de tres cuartos de hora más
tarde lo hizo, por fin, el paso del Varón de Dolores (de la Hermandad del Sol)
que utilizó la corporación trianera en esta especial ocasión.
No soporto a una Hermandad en
la calle sin andar, lo siento. Ver pasar una pareja de cirios y de nuevo parón
en todo el cortejo… paso que anda 10 metros (muy probablemente exagero, estoy
casi convencido de que en la mayoría de los casos las chicotás de aquella extraordinaria fueron más cortas en el punto en
que vimos al Cristo de las Tres Caídas) y de nuevo a tierra. ¿Qué quieren que
les diga? Será que no le encuentro el punto. Ni lo entiendo ni lo justifico sea
Semana Santa o procesión extraordinaria. Desde mi particular punto de vista es
perfectamente legítimo que una Hermandad quiera estar 12, 14 o 28 horas en la
calle. Por mí estupendo. Pero andando así, conmigo que no cuente nadie. Yo
aquel 15 de noviembre dejé de creer en las procesiones extraordinarias tal cual
parecen estar concebidas en la actualidad por sus respectivas Juntas de
Gobierno. Ya sea la Esperanza Macarena, la de Triana o el mismísimo Jesús del
Gran Poder quien esté en las calles… se conmemoren los 1000 años de la
fundación de una Hermandad, una Coronación Canónica o el estreno en el martillo
un nuevo capataz (sí, sí… rían, rían, que al ritmo que vamos…). El mundo de las
Cofradías lleva mucho tiempo con el norte más que perdido. No hay mesura para
absolutamente nada y no se piensan bien las cosas y luego pasa lo que pasa. A
las barbaridades más recientemente cometidas me remito. ¿Quién iba a imaginar que
la Hermandad de la Macarena llevaría algún día a su Titular a un estadio de
atletismo? Ocurrió en 2010… y estoy seguro de que hace 30 años se lo cuentan al
personal y no se lo creen. Cuatro años más tarde tenemos el maratón macareno
(se ve que el trayecto hasta el Estadio Olímpico dejó secuelas) que se celebra
entre este fin de semana y el pasado. Y aquí seguimos y seguimos con el cúmulo
de despropósitos. Parece como si las Hermandades hubieran adoptado por
principio: “más eventos que celebrar, con más actos, más pasos en las calles y
al ritmo más lento posible”.
Que nadie se lo tome a mal,
pero de corazón creo que nos olvidamos de algo realmente importante que un día
me dijo un veterano cofrade: “A la gente
no la puedes saciar por completo. Siempre tienes que dejarla con algo de
hambre, con ganas de más”. En cambio, en los tiempos que corren, el mundo
cofrade parece totalmente dispuesto a reventar. Y lo hará. Tiempo al tiempo.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola