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martes, 20 de mayo de 2014

La Voz de la Inexperiencia: Demos gracias al Señor


Tras un fin de semana de vivencias intensas, de estar al límite del precipicio y sentir que tengo ese alguien que me empuja, a su manera, contra sí, dándome una vuelta de 180 grados y poniéndome de espaldas a los problemas. La caída libre cuando estoy apretando su mano parece más liviana, los problemas acaban en sonrisas a las seis de la mañana, por ello, retomo mi camino en esta andadura y vuelvo a esos artículos profundos, intimistas y sentimentales del principio, al fin y al cabo, soy un ser romántico.

Al igual que yo le doy gracias a Dios por quien me acompaña, por quien me pregunta cómo estoy, por quien siempre está dispuesto a un abrazo, por tantas cosas que me has dado, Dios mío, deberíamos agradecer al final de la jornada a esa persona que a pesar de haber recibido innumerables desprecios sigue así y pronuncia las palabras que ponen el broche al día, "buenas noches"; a ese niño que con cinco o seis años es un manojo de nervios y de energía, "pero, chiquillo, ¿tú no te cansas?"; a esa abuela que al igual que te cuenta diez veces la misma historia, también te da diez besos, que no dos cada vez que llegas o te vas. 


¿Cuántos agradecen –o agradecemos- a Dios por las cosas que nos da, a nuestra madre por habernos dado la vida y habernos posibilitado que, creciendo, maduremos y compartamos cientos de momentos con cientos de personas, a nuestro padre que tantas veces nos recogió del suelo y tendiéndonos su mano no solamente nos puso en pie, sino que era el Padre el que nos levantaba para llevarnos con Él al cielo? ¿Cuántos fueron, somos o serán los que se acuerdan de pasar por su capilla un día normal, sin motivo de festividad, sin plegarias? 

A mí me encanta ir a verte, y si no beso tus fotos, y si no orgullosa te enseño y digo: “Este es mi Señor”, y si no abrazo a la madre que me has dado que sé que tiene un poquito de tu Madre en ella, y si no le mando un mensaje a mi padre que siendo la perfección paternal sigue tu ejemplo, te escribe, te llevó, te guía, te sintió, te escucha, te pidió, ese que tú bien sabes que tantas promesas hizo, y es que teniendo un padre, una madre, y muchos prójimos no puedo pasar sin agradecerte, sin sonreír y achinar los ojos al mirar las arrugas de tus talones, me dan paz, cuántas veces habré ampliado la foto en la que cerca y arrodillada ante ti te pedía a gritos desesperados y en silencio, te sentía a mis espaldas aunque tu talla ante mis ojos estuviera.

Por ello, “demos gracias al Señor, es justo y necesario”, y así es, pero me gustaría escuchar que las gracias al Señor son voluntarias y no mandadas por las Sagradas Escrituras, justo, necesario, sí, pero propio, personal, íntimo y libre. Así es como yo doy las gracias. 


María Giraldo Cecilia













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