Aún no hemos hablado de un
aspecto crucial para este asunto, y que tal vez esconda parte del misterio de
esta resistencia al cambio. Durante todo el siglo XIX la procesión del Santo
Entierro comenzaba en la iglesia parroquial de El Salvador y Santo Domingo de
Silos. Si resulta complicada la salida y entrada de pasos a su interior, debido
a la escalinata que presenta en su acceso principal, ¿cómo se organizarían las
hermandades para entrar y salir del templo con pasos a ruedas?
Las crónicas previas a este punto
nos hablan de un alineamiento de los pasos en el interior de la iglesia
parroquial durante los instantes previos a la salida. ¿Se seguiría haciendo
igual? ¿Quedaría algún paso en el exterior dada la imposibilidad de acceder con
el mecanismo de ruedas?
Llegados al siglo XX, la
situación sufre varios cambios que hace que el número de hermandades que
procesionan sufra la siguiente evolución:
1900: Jueves: Caído.
Viernes: Esparraguero, Angustias,
Sepulcro y Dolores
1905: Viernes: Caído,
Esparraguero, Angustias, Sepulcro y Dolores
1910: Jueves: Caído
Viernes: Amarrado, Caído,
Esparraguero, Angustias, Sepulcro y Dolores
1915: Jueves: Caído
Viernes: Huerto, Amarrado, Caído,
Calvario, Esparraguero, Descendimiento de Ánimas, Angustias, Sepulcro y Dolores
1920: Miércoles: Calvario.
Jueves: Caído .
Viernes: Huerto, Amarrado, Caído,
Calvario, Esparraguero, Expiración, Angustias, Sepulcro y Dolores.
Desde principios del siglo XX se
vive la reorganización de algunas hermandades cordobesas, sobre todo durante la
segunda década, así como la fundación de nuevas corporaciones sobre todo
durante los últimos años de 1930 y los primeros de 1940. Esto provoca un
aumento en el número de pasos así como de las necesidades de cargadores. La
estética comienza a tener cierta importancia en los cortejos, intentándose
mantener las gualdrapas bajadas durante la mayor parte del recorrido. Y como
herencia de las antiguas parihuelas en algunos pasos se mantienen las
trabajaderas dispuestas de manera longitudinal, como ocurrían en los pasos del
Calvario (1920), Expiración (1918) o el antiguo paso del Corpus Christi;
portado por tanto solo 9 hombres.
Las trabajaderas longitudinales
permitían a los hombres cargar sobre los dos hombros, habilitándose un hueco
entre trabajaderas donde poder meter la cabeza. De esta manera las labores de
carga eran algo más descansadas que sobre un único hombro, pudiéndose aumentar
el número de cargadores en detrimento de los hombres de refresco. A modo de
ejmplo podemo recordar cómo a principios del siglo XX el paso de los Dolores
calzaba 12 hombres y el de las Angustias, 18 con 3 adicionales de refresco;
todo ello influenciado por el coste de dichos hombres.
Al "esconderse" el
trabajo de los cargadores detrás de las gualdrapas éstos comienzan a no ver el
recorrido, apareciendo la figura del director del paso. Este término es
necesario para diferenciarlo del de capataz o capataz de costaleros, que era la
persona encargada de aportar los costaleros, organizarlos e incluso dirigirlos
desde el interior. La ubicación de este úlimo es siempre en la parte delantera
del paso para recibir las instrucciones desde el exterior del director del
paso, repitiéndolas hacia la parte posterior. Algunos capataces Manuel Naz
Román, o sus hijos Manuel y Rafael Naz Fernández (Angustias) lo denominaban
“portador de confianza”.
Y ante esta nueva situación se
produce algo totalmente insólito en nuestra Semana Santa, como es el que un
mismo capataz repita salida con dos hermandades diferentes. Como acabamos de
decir, de esta época podemos recordar a capataces como los Naz (capataces y
miembros de Junta de las Angustias). Francisco Castro “Franciscorro”,
“Chupacruces” o “El Sacristán”, puesto que ocuparía en la parroquia de San
Francisco y San Eulogio y que ejerció de capataz del Santísimo Cristo de la
Misericordia (desde inicio hasta 1949) de la Esperanza y del Huerto. Su hijo
Emilio Castro "El hijo del Sacrtistán". Bartolomé González González,
capataz que fue de la Paz entre 1941 y 1945. Sus auxiliares Rafael Monroy
(posteriormente capataz de la Paz y Esperanza y del Caído desde el estreno del
nuevo paso) y Manuel Álvarez Casas (posteriormente capataz del paso de la
Humildad y Paciencia). José Lucena Tarifa, Manuel Hinojosa y Manuel Sánchez
López “Carloto" o el reconocido José Gálvez Galocha "el policia"
junto a sus auxiliares y posteriormente maestros de capataces Ignacio
Torronteras o Rafael Muñoz.
David Simón Pinto Sáez