Las amenazantes nubes que
encapotaron este fin de semana el cielo de la Campiña no impidieron que la
romería de la Virgen de las Viñas retornara ayer al frondoso paraje de
Cañalerma, un lugar que durante el año acoge numerosos peroles familiares y que
representa un verdadero atolón entre un océano de vides y olivos.
La barriada del Gran Capitán de
Montilla fue nuevamente el punto de partida para los centenares de personas que
acompañaron a la pequeña imagen mariana en su recorrido por los campos de la
Campiña cordobesa. Tras la misa romera, la colorida comitiva puso rumbo hacia
Cañalerma, no sin antes realizar una primera parada en la casa cuartel de la
Guardia Civil, donde varios representantes del grupo romero Virgen de las Viñas
y de la hermandad del Señor en la Santa Cena llevaron a cabo una ofrenda floral
ante la imagen de la Virgen del Pilar que preside la sede de la Benemérita.
Tras este sencillo acto, la
comitiva se dirigió por el camino de La Zarza hacia el paraje de Cañalerma
donde, reunidos en amplios grupos familiares y de amigos, los romeros se
resguardaron de las altas temperaturas de la jornada en unas casetas que, desde
el día anterior, aguardaban la llegada de la Señora de Las Viñas.
Tras compartir comida, baile y
tertulia, la peculiar procesión tomó el camino de vuelta después de las siete
de la tarde, para detenerse en la cooperativa de La Aurora, donde se celebró
una entrega de premios.