Durante aquellos años Antonio
Sáez Pozuelo encontró un nuevo trabajo en los Almacenes de coloniales Porras
Rubio, posteriormente denominados Almacenes Jurado, almacén al por mayor
encargada de la recogida de mercancía proveniente de los pueblos en la estación
de ferrocarril de Córdoba para su reparto por los comercios de la capital.
Paralelamente también enviaba mercancías a los pueblos contratando vagones
enteros o enviando bultos según las necesidades; lo que se denominaba
"expediciones".
El trabajo de Antonio Sáez
Pozuelo en Porras Rubio consistía en organizar al personal, faeneros, así como
ir con cuadrillas de 4 o 5 hombres al campo para comprar patatas y otras
mercancías. En las mismas plantaciones se pesaban con romanas, se embalaban y
se enviaban a Córdoba en ferrocarril. Para los desplazamientos utilizaban un
caminón de 300 kg propiedad del Sr. Villalba, quien poseía una flota de entre 3
y 4 camiones; por cierto, vivía en la zona del Brillante donde actualmente se
encuentra el restaurante Dyno's. Una vez en Córdoba, se clasificaba la
mercancía y se volvía a repartir entre los comercios de la ciudad o los pueblos
cercanos.
Esta labor profesional hacía a
Antonio Sáez Pozuelo estar en contacto con los faeneros de la sección de carga
y descarga de la Lonja de Córdoba, a quienes contrataba para las tareas
descritas anteriormente.
Llegado el año 1938 el primer
hermano mayor de la Hermandad del Descendimiento, el terrateniente Emilio
Salinas, cuenta con Antonio Sáez Pozuelo para hacerse cargo de por entonces su
único paso en su primera salida procesional. La decisión viene motivada por el
conocimiento que Salinas tiene del trabajo de Sáez Pozuelo al frente de
cuadrillas de faeneros, así como su cargo de capataz de la cuadrilla de
faeneros de Nuestro Padre Jesús Caído. El Tarta acepta el cargo creando su
primera cuadrilla de faeneros, de la que participaron su padre, su suegro, sus
hermanos Juan y Miguel (que sólo trabajaron en los pasos en los que Antonio
Sáez Pozuelo fue capataz) así como diversos faeneros de su confianza
"profesional", y cuyas edades llegaban a sobrepasar incluso los 60
años.
Aquella primera cuadrilla se
compuso de 20 hombres (cinco trabajaderas con cuatro hombres por cada una), los
cuales trabajaban sin refrescos. Debemos
tener en cuenta que las condiciones laborales eran infinitamente más duras que
las cofrades, estando acostumbrados estos hombres a mover sacos de entre 50 y
60 kilos. Tampoco se trabajaba en Córdoba con contraguías, figura que comenzó a
verse en la Hermandad de la Buena Muerte, influenciada tal vez por sus orígenes
sevillanos, así como en el palio de las Lágrimas de la Hermandad de la
Misericordia.
De esta manera, y a lo largo de
los años, Antonio Sáez Pozuelo conformó, junto a sus hijos Rafael, Antonio y
Manuel Sáez Gallegos, una cuadrilla de más de 90 hombres, habiendo estado al
frente de los siguientes pasos: Huerto, Candelaria, Amor, Penas de Santiago,
Borriquita, Caridad, Rescatado, Amargura, Sentencia, Prendimiento, Piedad,
Calvario, Mayor Dolor, Misericordia, Lágrimas, Descendimiento, Buena Muerte,
Reina de los Mártires y Sepulcro, así como los pasos de Gloria del Socorro,
Virgen de la Cabeza, Corazón de Jesús de San Hipólito y la Custodia de la Santa
Iglesia Catedral de Córdoba.
Las cuadrillas estaban
completamente cerradas, guardándose el hueco a aquellos faeneros que por algún
motivo no pudieran salir un año (si se tenía la certeza de ser algo temporal) e
incluso repartiéndole su parte aún cuando no hubiera podido participar. Y es
que debemos tener presente que dichas cuadrillas estaban compuestas en su mayor
parte por padres e hijos que compartían faena durante todo el año,
recuperándose en cierta medida el antiguo espíritu gremial que tantas
hermandades fundó por toda Andalucía. De hecho cuando las bajas eran
definitivas solían ser los propios faeneros los que proponían nombres para
cubrirla, de entre los faeneros que formaban parte de las cuadrillas den la
Lonja, lo cual debía ser aceptado por el propio capataz.
Los planes de estabilización
económica de 1959 provocaron algunas salidas de faeneros de Córdoba hacia
Cataluña. Éstos, en su mayoría, solían ponerse en contacto con los capataces
durante las semanas previas a la Semana Santa para confirmar su participación,
lo que, aún cuando cobraban por su labor como faenero bajo los pasos, solía
costarles el dinero si tener en cuenta los días que dejaban de trabajar, el
transporte e incluso el hospedaje en una ciudad en la que ya no mantenían
residencia abierta.
David Simón Pinto Sáez