D. Pedro Morales Muñoz compone
esta marcha en el año 1991, presentándola al concurso de marchas procesionales
organizado por la Fundación Sevillana Electricidad ese mismo año, y con la que
obtuvo la plaza de finalista. Junto con ésta, también escribió, obteniendo el
segundo premio (el primero recaló en "La Quinta Angustia" de F.
Grau), "La Soledad", marcha que se incardina en el mismo estilo de "Virgen
de la Cabeza".
Así pues, "Virgen de la
Cabeza" es un magnífico ejemplo de marcha procesional seria y solemne,
entre las mejores de la producción musical de D. Pedro, donde descolla una
profunda técnica musical y un resultado armónico sugerente. Al igual que ocurre
con "Juan Jesús" (1998) su autor utiliza una instrumentación que
confiere un cierto carácter sinfónico a la pieza, como el ejemplo de los
timbales durante diferentes partes de la obra.
Aunque la marcha parece ser que
se dedicó a la titular de la Hermandad de las Siete Palabras de Sevilla, de
hecho en el disco de oro de Pedro Morales de la Banda de Música "Santa
Ana" de Dos Hermanas así se señala, lo cierto es que el principio destaca
por un marcado cariz descriptivo, sustentado este argumento en el hecho de que
el tema introductorio de la obra es una recreación, por parte del Maestro
Morales, del Cerro del Cabezo, sito en Andújar (Jaén), donde se venera la
antiquísima talla de la Virgen de la Cabeza, la romería más antigua de
Andalucía.
Se inicia la marcha en do menor a
través de una introducción que se divide en dos frases de ocho compases cada
una. La primera comienza en registro grave y dinámica piano, simbolizando el
amanecer en la ermita del Cerro del Cabezo y la llegada progresiva del pueblo
al enclave para celebrar la romería y su correspondiente procesión; tras unas
notas en apoyatura, se experimenta un crescendo momentáneo mientras que se
conjuga el sonido metafórico de las trompetas y los timbales. Una vez que se
repite este mismo esquema, tiene lugar la segunda frase contrastándose el
fuerte de los primeros compases con la dulzura de las maderas. Finalmente esta
introducción fenece con unos staccatos que a través de su expresión picada
pretenden simbolizar, de forma magistral, los saltitos que los devotos de la
Virgen de la Cabeza realizan de rodillas para subir las escaleras y llegar a la
ermita.
Se expone el primer tema a través
de dieciséis compases, que se repiten en forma de variación y adiciones
instrumentales. Después se sucede el segundo tema, continuación del anterior,
terminando con una breve reexposición del motivo principal del tema anterior.
El trío final, donde se modula a mi bemol mayor, guarda una exquisita elegancia
a través de un desarrollo melódico preciosista que aparece caracterizado por el
gimoteo sutil de la flauta en la primera vez que se realiza, mientas que en la
repetición la banda entra en un tutti fuerte de júbilo y explosión exuberante.
Concluye la marcha de forma contundente.
Una pieza musical que sorprende
por el inicio efectista, en el que subyace toda una intencionalidad por parte
del autor, inundado en este caso por una elevada inspiración que se encuentra
fraguada a través de su experiencia personal con la Virgen de la Cabeza de
Andújar, localidad cercana a su pueblo natal, Lopera. Sin duda, "Virgen de
la Cabeza" es una de las marchas de corte lento que impresionan por su
concepción estructural y embaucadora melodía. Una piedra angular del legado de
este insigne compositor, que por desgracia no suena todo lo que nos gustaría.
Mateo Olaya Marín