"Ni Jesús, ni Juan Bautista, ni ninguno de todos los
demás tuvieron algo que ver con Qumrán"
Jaime Vázquez Allegue, doctor en
Teología Bíblica, es uno de los pocos qumranólogos -qumranitas, dicen algunos-
que son los que trabajan con los textos de Qumrán, más conocidos como los
manuscritos del Mar Muerto. Unos documentos escritos en hebreo en entre el
siglo I a.C. y el año 70 d.C. tras la destrucción de Jerusalén.
Vázquez, que ya había publicado
en la editorial Verbo Divino varias obras sobre esta literatura, acaba de
publicar el libro "Qué se sabe de los manuscritos del Mar Muerto",
una introducción general a esta literatura considerada fundamental para
entender el judaísmo de la época del Segundo Templo y el contexto social,
político y religioso en el que vive Jesús de Nazaret.
Pregunta (P): ¿Podrías
describirnos en pocas palabras la historia del descubrimiento de los famosos
manuscritos del Mar Muerto?
Respuesta (R): Sucedió en el año
1947, a orillas del Mar Muerto, en la región de Qumrán, muy cerca de Jericó y
de la desembocadura del Jordán. Faltaban unos meses para el nacimiento del
estado de Israel y su reconocimiento por las Naciones Unidas. Un joven beduino
al que sus amigos llamaban El Lobo, descubrió por casualidad unos manuscritos
hebreos del primer siglo de la era cristiana. Los historiadores consideraron
aquel hallazgo como uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de
los tiempos modernos. La antigüedad de los textos escritos en papiros y
pergaminos, la escritura en hebreo herodiano propio de la época de dominación
romana y el contenido de aquellos documentos llamaron la atención de los
especialistas. Historiadores, filólogos, exégetas, biblistas y teólogos
comenzaron a analizar unos textos que los medios de comunicación bautizaron
como los manuscritos del Mar Muerto.
(P): ¿Cómo supieron quiénes eran
los autores de aquellos escritos?
(R): Los primeros análisis
confirmaron las sospechas. Los autores de los manuscritos habían sido un grupo
de judíos radicales, fundamentalistas ortodoxos que se habían opuesto al
judaísmo oficial de Jerusalén y rechazado la dominación romana. La única
referencia al grupo la teníamos en los escritos del historiador Flavio Josefo
que los definía como la secta judía de los esenios. Por miedo a los romanos,
los miembros de la comunidad esenia enterraron los manuscritos en cuevas en la
región de Qumrán, en la parte noroeste del Mar Muerto, cerca de la desembocadura
del Jordán, en el año setenta del siglo primero. Protegidos en vasijas de
cerámica, los pergaminos permanecieron intactos y olvidados durante casi dos
mil años. El alto grado de salinidad del ambiente provocado por la cercanía del
Mar Muerto -uno de los puntos más bajos de la tierra- hizo que la materia
orgánica de los papiros y pergaminos se conservara en perfecto estado durante
todos estos siglos.
(P): ¿Y después del hallazgo
arqueológico qué pasó?
(R): Después de su
descubrimiento, el trabajo de los arqueólogos duró más de dos décadas (años
cincuenta y sesenta). Durante este tiempo se encontraron once cuevas con
manuscritos enterrados en vasijas de cerámica. La década de los ochenta dio
paso al trabajo de los filólogos y paleógrafos que trabajaron en la
reconstrucción de los documentos más fragmentados y la recomposición de las
lagunas textuales que se habían producido en muchos de los pergaminos. Los años
noventa sacaron a la luz las ediciones completas de los textos, sus
traducciones y primeros comentarios. Hoy el mundo entero tiene acceso a una de
las principales fuentes literarias extrabíblicas de los tiempos de Jesús, del
judaísmo que se vivía en Jerusalén en el siglo primero y de los orígenes del cristianismo.
(P): ¿Por qué fue tan importante
el descubrimiento de los manuscritos?
(R): Una vez identificados los
textos y sus autores, comenzaron las preguntas: ¿Había conocido Jesús de
Nazaret al grupo de Qumrán, autor de aquellos escritos?, ¿pudo pertenecer el Mesías
al movimiento esenio?, ¿cuál fue la vinculación de Juan el Bautista con la
secta que se había retirado al desierto y situado en la desembocadura del
Jordán?, ¿qué semejanzas ideológicas había entre el movimiento esenio y las
primeras comunidades cristianas? Éstas y otras muchas preguntas se convirtieron
en titulares de prensa y avivaron el interés por el conocimiento de los
orígenes del cristianismo y el judaísmo de la época. La lenta identificación y
reconstrucción de los manuscritos abrió las puertas a las sospechas dando lugar
a nuevas preguntas de carácter más sensacionalista: ¿Prohibió el Vaticano la
publicación de algunos manuscritos?, ¿oculta la Iglesia manuscritos
comprometedores?, ¿se cuestiona el origen del cristianismo en los manuscritos?,
¿las comunidades cristianas son herederas de la comunidad esenia de Qumrán?,
¿están publicados todos los manuscritos descubiertos?, ¿qué relación hay entre
los manuscritos del Mar Muerto y los primeros escritos cristianos?
(P): Es decir, que la polémica
acompañó al descubrimiento arqueológico
(R): En efecto, la polémica de
los manuscritos del Mar Muerto los ha venido acompañando desde el momento de su
descubrimiento. Sin embargo, al margen de las polémicas, los investigadores
seguían analizando los manuscritos y descubriendo la importancia de unos
documentos que cada vez ayudaban a conocer y comprender mejor el mundo en el
que vivió Jesús de Nazaret. De ahí que las polémicas sensacionalistas fuesen
desapareciendo al tiempo que se daba paso a otro tipo de discusiones científicas
y serias que surgían en las más altas cimas de la intelectualidad histórica,
arqueológica, filológica y exegética.
(P): Nos podrías hablar de los
manuscritos
(R): Los arqueólogos encontraron
unos ochocientos manuscritos diferentes en las once cuevas de Qumrán. La
primera clasificación salta a la vista cuando vemos el conjunto de los textos
encontrados: textos bíblicos y textos no bíblicos. Los primeros agrupan textos
íntegros o fragmentarios de los escritos sagrados limitándose a copiar los
escritos sin variaciones o cambios significativos. Los segundos forman un
amplio abanico de documentos que podríamos identificar como textos propios del
movimiento esenio y, posteriormente, del grupo de Qumrán. Este segundo grupo, a
su vez, debe ser clasificado en diferentes categorías atendiendo a su contenido
en: Reglas, Textos haláquicos, Literatura de contenido escatológico, Literatura
exegética, Literatura para-bíblica, Textos poéticos, Textos litúrgicos, Textos
astronómicos, calendarios-horóscopos y el Rollo de Cobre.
(P): ¿De qué época son los
manuscritos?
(R): La paleografía confirmó que
se trataba de documentos del judaísmo antiguo pertenecientes al período
intertestamentario. El contenido de los textos, así como los análisis de la
grafía manuscrita y la retracción de las fibras de pergamino, probaron que los
manuscritos eran más antiguos de la mitad del siglo segundo antes de Cristo y
los más modernos de la primera parte del siglo I de la era cristiana. La
datación paleográfica nos situaba ante un abanico de unos doscientos años de
diferencia entre los primeros escritos y los últimos. Aunque todavía hoy, y con
los medios que tenemos, no podemos datar con rigor y precisión exacta cada uno
de los manuscritos para determinar el año preciso de su creación, sí podemos
establecer un marco más o menos amplio de una gran parte de los fragmentos
encontrados con las suficientes garantías de no desviarnos excesivamente de la
fecha de redacción de los textos. De lo que no cabe ninguna duda es de que,
aunque el contenido de muchos fragmentos sea anterior a la segunda mitad del
siglo segundo antes de la era común, el momento de su escritura tiene en ese
instante su punto de partida con el establecimiento de la comunidad en el
desierto a orillas del Mar Muerto y como punto final su destrucción y
desaparición en el año 70 del siglo primero de la nueva era.
(P): ¿Cuál es la aportación de
estos manuscritos a la investigación?
(R): El descubrimiento de los
manuscritos del Mar Muerto es uno de los hallazgos arqueológicos más
importantes de los últimos tiempos. A través de su contenido podemos
reconstruir el contexto social, político y religioso que se vivía en la ciudad
de Jerusalén durante el cambio de era. Los manuscritos encontrados son la
fuente de información más importante que tenemos fuera de la Biblia para
conocer el entorno en el que vivió Jesús. Un referente que nos permite
comprender sus reacciones, entender muchas de las respuestas que realiza y
situarnos en los escenarios narrados en la literatura sagrada. No en vano, las
nuevas generaciones de biblistas sostienen como imprescindible el conocimiento
de los manuscritos del Mar Muerto para poder comprender el entorno del Nuevo
Testamento.
(P): Y cómo era Jerusalén en el
siglo I
(R): La situación que habían
dejado las revueltas de los Macabeos y la llegada de los romanos a Palestina
era la de una guerra civil interna en el judaísmo. Los judíos estaban divididos
en cientos de grupos que mezclaban lo político con lo religioso. Fariseos,
saduceos, sicarios, celotes, esenios, son algunos de los más conocidos que han
llegado hasta nosotros. Sin duda, había muchos más. La situación que se vivía
en Jerusalén en esos momentos era la de un judaísmo completamente fragmentado.
Una de las características de esta división institucional la encontramos en el
doble calendario que vivieron en aquella época. Unas décadas antes del
nacimiento de Jesús, cuando la dominación seléucida llegaba a su fin, después
de que los helenistas hubieran impuesto un calendario solar sobre el lunar, los
macabeos -en un acto de defensa de sus tradiciones- lucharon entre otras cosas
por recuperar las tradiciones suplantadas. Los manuscritos del Mar Muerto dan
cuenta del doble calendario que vivía el judaísmo enfrentado de la época. Los
hombres de Qumrán (autores de los manuscritos) se opusieron a cualquier tipo de
injerencia griega y posteriormente romana que alterara sus tradiciones
ancestrales. Su rechazo llevó a aquellos hombres a convertirse en un grupo
separado, de corte integrista, alejado del judaísmo oficial de Jerusalén y de
cualquier contacto con los romanos.
(P): ¿Podríamos identificar a los
esenios de Qumrán con los primeros cristianos?
(R): Jesús -contemporáneo a los
hombres de Qumrán- también manifestó su rechazo al doble imperialismo (primero
helenista y después romano) en un gesto en favor de la libertad. Su oposición
lo llevó a transgredir muchas de las normas oficiales. Sin embargo, quien lea
los manuscritos del Mar Muerto se dará cuenta de que el pensamiento de los
hombres de Qumrán no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús que ha quedado
reflejado en los escritos del Nuevo Testamento.
El grupo de Qumrán vivía
encerrado en si, retirado en el desierto, obsesionado con la pureza ritual, con
el cumplimiento de los preceptos y mandatos de la Ley de Moisés, sometido a
unos principios de vida muy rigurosos, bajo una legislación comunitaria estricta,
con el rechazo hacia todos aquellos que no pensaran como ellos y sin ningún
tipo de apertura hacia resto del mundo. Nada más alejado del mensaje de Jesús,
abierto a todos los pueblos, reinterpretando y actualizando las leyes antiguas,
aceptando a los extranjeros y marginados, sin las obsesiones rituales y de
purificación que se describen en la literatura legal de Qumrán (Reglas,
Documento de Damasco, Rollo del Templo,...). No, ni Jesús, ni Juan Bautista, ni
ninguno de todos los demás tuvieron algo que ver con Qumrán. Los primeros
cristianos no son los autores de los manuscritos del Mar Muerto.
(P): ¿Dónde se conservan los
manuscritos en la actualidad?
(R): La gran mayoría están en el
Museo del Libro en Jerusalén. Cualquiera puede verlos protegidos tras los cristales
blindados de las vitrinas. En grandes cámaras acorazadas se encuentran los más
fragmentados y deteriorados. Otros se custodian en el Museo Rockefeller de
Jerusalén, aunque éstos sólo están a la vista de los investigadores. En el
Museo Arqueológico de Amman (Jordania) hay bastantes. No faltan quienes piensan
que otros se encuentran protegidos en cámaras de seguridad de bancos
norteamericanos.