Suspira el querubín, casi jadeante, después de luchar como San Miguel ante la serpiente. Su lucha ha sido, casi, con otro semi reptil, con patas y de río. Algunos lo llaman caimán, otros Koki y lo pintan de blanco y verde, olvidando que esos son los colores del Islam y del Profeta.
Repasa la hemeroteca cuando el suspiro se sosiega. Comprueba el Ángel que la tinta perdura más que la opinión cambiante que ya no recuerda noches solitarias de devotos solitarios y hermanos en peligro de extinción.
Relinchan sus labios de querubín escuchando un pregón de gloria, cerca de los arcos, y se pregunta el Ángel cómo alguien puede ser pregonero, tras sentarse entre quienes defienden ideologías contrarias a la Iglesia desde su silla de concejal. Y se pregunta el querubín: ¿No opina nada el consiliario de esa hermandad? ¿Le parece bien al Delegado de Cofradías?
Joaquín de Sierra i Fabra