Siguiendo una tradición de siglos se dedican profesionalmente a la escultura, los bordados o la orfebrería. Son ellos los que mejor pueden valorar las obras de arte que cada año vemos en las calles. Acusados por la crisis, intentan sobrevivir para que así continúe la tradición que ha hecho de la Semana Santa un auténtico museo de obras de arte.
Hoy nos fijamos en un profesional de la gubia: Darío Fernández. Discípulo de Dubé de Luque, realiza su primera obra para la Semana Santa en 1992: los Evangelistas San Juan y San Marcos para el paso del Señor de la Humildad y Paciencia de la Cena.
Desde su taller en la calle Amparo han salido obras para multitud de lugares: desde todas las provincias andaluzas hasta la ciudad de Londres. Hasta allí viajó una de sus obras cumbres, favoritas además del escultor: un calvario. El conjunto escultórico se encuentra en el Brompton Oratory de los padres filipenses de la capital del Reino Unido.
Ha realizado santos, advocaciones letíficas o figuras de misterio, además de dolorosas y cristos. Confiesa que le es tremendamente difícil quedarse con una obra de cada iconografía. Asegura que las cofradías sevillanas tienen un imponente potencial en cuanto a obras de arte. Para elegir las imágenes tiene un criterio claro: el escultor triunfa cuando logra expresar. Así, desde el punto de vista profesional Darío Fernández nos desgrana cuáles son para él las mejores obras de la Semana Santa de Sevilla.
Un nazareno. El Señor de Pasión es perfecto. Desde todos los puntos de vista lo es, destacando sobre todo en la anatomía. Es una obra cumbre, a caballo entre el Renacimiento y el Barroco y tiene una unción especial. Es además, tremendamente expresiva.
Una dolorosa. La Estrella. La Virgen de la calle San Jacinto conjuga en su rostro a la perfección la belleza y el sufrimiento. Lo expresiva que resulta, mostrando un dolor extremo la convierte en una de las dolorosas más interesantes desde el punto de vista de la talla. Además es un rostro también en conjunción con las manos, cosa que no ocurre en todas las imágenes marianas. Por el paso del tiempo algunas las han perdido o se las han sustituído, pero en el caso de la Estrella, además de conservarse es que van en perfecta conjunción con el rostro. La policromía de la dolorosa es otro de los aspectos destacables. En definitiva creo que estamos ante la dolorosa perfecta de la Semana Santa.
Un misterio. El paso de la Quinta Angustia es de lo mejor que puede contemplarse en la Semana Santa. Tiene una composición puramente barroca, con una gran dosis de teatralidad, en la que se observan a la perfección las diagonales. El movimiento es clave en este misterio, lo que hace que provoque aún más emoción. La Virgen, pese a ser del siglo XX está en perfecta conjunción con el resto de imágenes. Y destacable también es la expresión de Nicodemo y José de Arimatea.
Una imagen secundaria. El cirineo de San Isidoro es una pieza de museo. En cualquier país esta imagen sería una de las imágenes claves en cualquier galería de arte. Soy cofrade, pero hay veces que la mentalidad de profesional me hace preocuparme que obras de arte como ésta estén expuestas a veces a la humedad de la calle, o cualquier otro tipo de fenómeno climatológico. Aunque realmente están concebidas para eso, para salir a la calle. Con el cirineo estamos ante una de las obras cumbre de la imaginería sevillana. Ruiz Gijón es muy atrevido y se adelanta en un concepto: la imagen está mirando al público. Es impactante. Desde el gesto que tiene hasta cualquier punto de su talla.
Una imagen de gloria. La Virgen del Amparo es muy expresiva, el autor consigue su objetivo: conmover al espectador. Tiene una mirada muy tierna que el autor quiere dar expresamente a la Virgen en esa advocación. El estofado es excepcional. Yo la pondría como uno de los ejemplos claros del Renacimiento sevillano.