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martes, 21 de octubre de 2014

La Chicotá de Nandel: Mi Paz. Mi Esperanza


Llegué a Córdoba algo fatigado de la semana de ejercicios y el vivir fuera de los cuidados y guisos de mamá. Serían las 14:30 de la tarde del viernes, para al menos no perderme la comida que preparan mi madre y mi abuela.


Mi intención, ahora que lo pienso, no era ni mucho menos la de vivir un fin de semana como el vivido. Tan personal, tan espiritual, tan de amistad, tan de Córdoba, tan de siempre, tan lejano en mi recuerdo desde hace tiempo.

Mis ánimos, no eran ni de lejos el encontrarme a tantas personas enamoradas, a tantas personas soñando, a tantas personas riendo, a tantas personas llorando.

En el fin de semana en que algunos han tenido tapita cofrade, yo que no quise acudir a su reclamo, me encontré con un primer plato de Paz el viernes, con un segundo plato de Paz el sábado a mediodía, y el más dulce de los postres que el alma puede ingerir, La Paz en sus calles, en la noche.

El viernes pasado, verla tanto delante del Cristo de los Faroles, como delante de la Señora de Córdoba, paseando por los Jardines de la Plaza de Colón, verla despedirse de todos como con un, hasta mañana... No ha habido, les prometo, un hasta mañana de los que allí estábamos más triste en nuestras vidas, con un Palio de dulce al fondo, con un hasta pronto a esa cara divina que cada día es más guapa, y más divina, y más guapa, y más divina, y de más Esperanza, y de más Paz, y qué Paz en la Hermandad, que falta hacía.

Yo creo que nadie, nadie, sabía lo que iba a recorrernos a todos por el cuerpo cuando salió la Reina de Capuchinos. El sábado fue Reina de Capuchinos y de donde quiso, dicho sea de paso.

La salida ya fue magia. Si no fuera Ella, estaríamos buscando ahora mismo al brujo que nos embrujó, pero no, es que era la Paz. Parecía que le sobraba todo lo que no fuera humano. La gente parecía querer formar parte de su palio, de sus lágrimas, de sus manos, su ramita de olivo. Todo el mundo quería ser costalero, todo el mundo quería ser la cera, el varal, el respiradero, el candelabro de cola. Todo el mundo, quería tener a la Paz para él, y a todo el mundo, Ella le dio su momento, a todo el mundo sonrió, a todo el que allí quiso consoló, bendijo, besó, acarició, pues todo el que la miró a la cara, ya no vio ni tuvo más que Paz, y Paz, y más Paz, y muchísima Esperanza.

Si nos vamos un poco a los parámetros humanos, los que la engalanaron, su Junta de Gobierno, las personas que nos la vistieron, pusieron flor a la Flor, quien haya montado así ese Palio, antes, como más “paradito”, prioste, vestidores, grupo joven (que también han puesto la magia de la juventud en su rostro), costaleros (tanto los suyos, como los de su hijo de la Humildad y Paciencia), es que fue todo magia, es que no hay que dar las gracias, no hay que agradecer, solo hay que ver que cuando se hacen las cosas solo y por lo importante, por el amor a un Titular, sobra lo demás. Lo económico, y lo personal, lo particular, las medallitas y el fanfarroneo.

La magia se produce simplemente desempolvando el cariño, y todo era cariño en las caras de las personas que ahora la acompañan, y ese cariño se transmite, y Ella lo agranda, lo hace magia, y la música, la pone Pilas. Inventen una palabra que sume magia-cariño-buen hacer-religiosidad. Díganmela, podré decirle entonces a las personas que han hecho este día posible, qué es entonces lo que puedo agradecerles llamándolo por su nombre. Mientras, muchas gracias por tanto, porque ese tanto, lo fue todo.

Lo del farol, claro que hay que mirarlo. Lo de los fuegos artificiales, hizo que muchos de los que allí estábamos sufriéramos algo de temor porque se desviaban algo, y temíamos alguna desgracia, pero bueno, son días especiales y estas cosas son para estas celebraciones. Espero que dentro de 25 años no haya, o al menos, estén de otra manera pensados. Pero no hay que darle más bombo a cosas puntuales, a opiniones propias incluso, como la mía, que conste. Creo que es la primera vez desde que escribo para este medio, en el que todo el mundo vio lo que yo vi, tiene la misma sensación que yo me lleve, y digo tiene, porque creo que nos va a durar bastantes años lo que este fin de semana nos entró en el cuerpo. Ese mensaje de Paz y Esperanza.

Fue un día como no, para acordarnos de Diego Luque, de las familias Gálvez y Hurtado, del Capataz de la Reina de la Paz por siempre, Rafael Muñoz, al que como escuché a mi madre decir, era difícil no recordar, y más cuando su hijo tiene una voz muy parecida a él, y de tantas y tantas personas que vimos ayer después de muchos años reencontrarse públicamente con su Hermandad, con su Paz, y las que pronto, de seguir así, Don Enrique Aguilar logrará acercar de nuevo a lo que vivieron hace años, completando recuerdos pasados con vivencias del presente y el futuro.


Ni el sol que se recostaba,
ni la luna amanecida,
dieron más luz que tu cara,
luz de Paz para la vida.

Diputación vestía galas,
pues a una Reina acogía,
Reina de Paz y Esperanza,
Reina que Paz nos traía.

Era ahogo en calle estrecha,
lo que el corazón notaba,
al curarle cada brecha,
que la vida no cerraba.

Pues eres la peregrina,
de la alegría y fragancia,
de la sonrisa en un beso,
madreperla de elegancia.

Suspiro de quien suspira,
por que no te ve la cara,
entre varales que miman,
a la hermosura y la gracia.

¿Para cuándo una corona?
En que Córdoba te diga:
Eres Tú bella amapola,
la nostalgia que agavilla.

Fruto de gubias del cielo,
Madre que por ti repica,
Catedral hecha campana,
que anuncia toda la dicha.

Y pasearte en un patio,
donde el azahar te mima,
donde la torre se agacha,
para reír con su niña.

Embrujo de Miércoles Santo,
orilla del Guadalquivir,
San Francisco enjuga el llanto,
que se balancea en tu perfil.

Setenta y cinco pasaron,
años de Paz y Esperanza,
aniversario de boda,
entre una flor y la magia.

Nunca nos dejes Señora,
Córdoba te elige a ultranza,
Princesa y Emperadora,
Reina de Paz y Esperanza.

Fernando Blancas Muñoz











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