La semana ha estado cuajada de noticias, pero no como la cuajada Danone, sino como un yogur caducado como nuestras cofradías. Ahora resulta que cualquiera puede ser pregonero. Cualquiera porque los que deciden son cualquiera. Se ve que la preparación, la valía y el sentido común no son cosa ni de políticos ni de mandatarios cofrades. El problema de esta gente es que cuando no tienes ni idea, pues nombras sin ton ni son. Y hay quien creerá que el pregonero tiene más luces en sus trajes de faena que ellos.
Ojalá y haya alguien que le escriba al pregonero buenos versos. Como el año pasado, que me recordaba tanto a pasajes leídos antes en el Córdoba Cofrade. Debe ser que esto está muy manido y hasta el que no es cofrade usa los mismos recursos. Para darle originalidad este año que viene, aprovechando que el pregonero es matador de reses bravas, nada de tocar aburridas marchas, un buen pasodoble y su poquito de Paquito el Chocolatero. Manolete, Manolete, si no sabes torear pa´ que te metes… A lo mejor, la banda no quiere, se niega. Pero para eso están los señores de la Agrupación, para poner sus cojones en lo alto del escenario y exigir que se toque el Soy Cordobés, a compás de tres por cuatro.
Porque las bandas, las de música sobre todo, en esta ciudad están cuajadas de una élite de eruditos y sabelotodo. Algunos de sus miembros, los sibaritas, se las van dando por ahí de tocados por la gracia divina. Te miran por encima del hombro y ¡hombre! para estar por encima de los demás hay que haber hecho algo más en la vida que tocar marchas en casas de hermandad y cuatro cofradías, alguna de medio pelo. Y no creerse compositores exquisitos, cuando hacen marchas que ni Gámez firmaría mientras iba a hacer de vientre. Pero ellos siguen enfrascados en su endiosamiento. Van con el pecho insuflado como un palomo en celo, la espalda muy recta y la miradita altiva con su carita de p… No han empatado ni en campo del portuense y se creen el Madrid. No llegará una marcha suya a tocarse dentro de treinta años, si no son ellos los que la tocan con una flauta en el aseo, y desprecian a Abel Moreno como si fueran alguna vez capaces de componer algo como La Madrugá. Y para lo único que valen es para tocar Suspiros de España a Finito en el Gran Teatro y con la cortina tapá para que no lo miren mucho ni a él ni a los de la Agrupación. Menos mal que luego están todos los demás, los músicos de verdad, los que no necesitan incienso para adornar su paso por las aceras, los que tocan en nuestras bandas por amor a la música y sobre todo a sus Titulares, los que hacen que uno siga atisbando una pequeña esperanza en que nuestra música cofrade seguirá existiendo... cuando los ilustrados ya se hayan aburrido.
Juan Antonio Martínez Aragón