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domingo, 30 de noviembre de 2014

Enfoque: Una ciudad laica para una Semana Santa aconfesional


Blas Jesús Muñoz. Puede que les suene a broma o que la antítesis no haya por dónde cogerla, pero con los políticos pasan estas cosas, que uno no sabe si es que piensan que la gente no da para más o que, directamente, les da lo mismo por un puñado de votos que los salven del desastre.

Quizá, eso último le suceda a IU, una formación que, tras años de desierto y haber perdido electoralmente en Córdoba hasta los apellidos, ahora parece querer subirse al tren de Córdoba Laica o de Podemos. Con respecto a los primeros, tal vez, hayan lobotomizado aquella declaración de principios de su otrora lideresa, alcaldesa y casi emperatriz, cuando se definía católica antes que comunista. O, cuando por si no lo recuerdan, iba en representación en la Hermandad de la Misericordia, y sus palmeros aplaudían entusiasmados como los tendidos ultras del coso de los Califas a Finito.

Se quieren también subir al Ferrari de Podemos. Un deportivo con mil caballos de potencia más que, con unos pocos meses de vida, los paso a base de votos en las Europeas por la izquierda. Ahora, pues, toca endurecer el mensaje que, durante tantos años a la gente le parecería caduco o menos actualizado que el de la formación emergente a la que entregaron los votos que a ellos le niegan.

Francisco Tejada acaba de proponer que no haya representación municipal en los actos religiosos que se celebren en la ciudad, todo ello después de haber mantenido una reunión con el colectivo Córdoba Laica, con quienes según él comparten muchas propuestas. No digo que no sea así, sino que, de serlo, ambas partes se relean (si es que antes lo hicieron), el artículo 16.3 de la Constitución:

"Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones".

Por tanto, la Semana Santa no es ilegal, ni patrimonio de un partido político, ni el objetivo número uno de formaciones o colectivos que, en base a sus principios, deberían preocuparse de los verdaderos problemas en lugar de crearlos donde no hay.

Parece pedir demasiado a quienes parece solo importar no perder o recuperar la silla perdida.








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