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jueves, 1 de enero de 2015

Enfoque. El gasto público que no molesta a Córdoba Laika


Guillermo Rodríguez. Ahí tienen la imagen. Diversión para toda la ciudadanía. Música salsa, reeggeton y machacones sucedáneos similares atronando a toda pastilla desde las 10 de la mañana en pleno corazón de Córdoba para todo el que desee celebrar la nochevieja catorce horas antes de que llegue la hora de la uvas. Y todo esto “de gratis” para todos los cordobeses, como la sanidad, la educación, la televisión de Canal Sur… en fin todos esos regalos del cielo que ponen a nuestro alcance estos políticos tan maravillosos que nos han tocado en suerte (y que también prometen los del Coletas, no lo olviden) y miran por nuestro bienestar sin pedir nada a cambio.

Para que todos lo gocemos. Para que todos acudamos en masa a las Tendillas a celebrar esta fiesta tan nuestra, tan cordobesa, tan andaluza que con los pequeños matices que en nuestro caso se derivan de tomar las uvas o lo que sea al compás de la guitarra de Juan Serrano hacen de esta celebración un calco en prácticamente todo el mundo. No hay más que ver hoy las noticias que se abrirán con las campanadas, la bajada de bola y fórmulas similares en los cinco continentes. Hay cosas para las que la globalización parece no molestar a los giliprogres.

El único pero a todo esto es la fuente de financiación, porque de gratis nada. Esto lo pagamos usted y yo, con todo el dolor de nuestro corazón y a base de impuestos que nos detraen del salario todos los meses que configuran nuestra vida laboral, si tenemos la suerte de trabajar, claro. O sea que nosotros pagamos la fiesta, la disfrutemos o no. Nos guste o no. Seamos de esos que se van con la serpentina y el gorro de Navidad (que no sé qué coño pinta en una noche como ésta) a pegar brincos al compás de la Banda Sureña o la que sea que toca ahora o seamos de los que nos importa un pito esta fiesta y la pasamos en familia, porque no hay más remedio, como podemos (cada día me molesta más usar este palabro), como una especie de segunda nochebuena venida a menos y con el casposo programa musical de cada año de fondo y sin voz en la tele.

No seré yo, desde luego el que proponga no gastar la riñonada que esto cueste, ni prohibir la fiesta ni nada por el estilo, a pesar de que los que tienen niños pequeños o son personas ancianas en el entorno de la plaza del caballo o por cualquier calle por la que pase “el gilipollas del petardo” seguramente pensará otra cosa. No soy amante de las prohibiciones, como buen liberal, cosa que no pueden decir los que pretenden regular, legislar y controlar todas las cosas de la creación y prohibir la mayoría de ellas, las que no les gusta. Si queridos amigos, me refiero a los “chicos del progreso”, que interpretan el concepto como “hacer ver a la población lo que está bien y lo que está mal y prohibir si no les convencemos aquello que no nos gusta". Que se lo pregunten a los taurinos en Cataluña.

De modo que no abogaré públicamente porque no se gaste ni un euro de MI dinero en una fiesta que ni me importa, ni me gusta y que incluso me molesta. Del MÍO digo, porque el dinero público al contrario de lo que dijo aquella inepta ministra de cuyo nombre no quiero acordarme, no es que "no sea de nadie", sino que ES de los ciudadanos, o sea NUESTRO. Sin embargo, estos otros de los que les hablaba sí. Estos si quieren prohibir aquello que no les gusta, lo que les molesta, en definitiva lo que odian, como las procesiones o las cruces de mayo tal y como las conocemos (que como todo el mundo sabe son fundamentalmente cofrades). Y además alegan para defender sus tesis, básicamente dos motivos, comúnmente aceptados en las sedes de sus asociaciones subvencionadas o directamente okupadas. El primero es que se gasta dinero público por un lado en seguridad (policías y otras hierbas) y por otro en dar una miserable subvención a las cofradías a cambio de una ocupación hotelera (no confundir con okupación) que no se alcanza ni siquiera en el todopoderoso Mayo y que llena los bares a reventar, salvo que la lluvia lo joda todo. El segundo, es que eventos como las procesiones o las cruces causan molestias en vecinos y transeúntes porque hacen ruido hasta altas horas de la madrugada y cortes de tráfico.

Lo curioso, lo cínico, lo repugnante, lo de auténticos malnacidos, es que esos mismos argumentos infantiles e impresentables los utilicen siempre de manera exclusiva contra todo lo que huela a incienso y no digan lo mismo cuando llega la Nochevieja, el Carnaval o la puñetera carrera popular que siempre me pilla el domingo cuando quiero coger el coche, cuya presencia de público es ridícula si la comparamos con la procesión menos concurrida y cuya generación de riqueza para la ciudad en cero pelotero.

Pero no se engañen, a estos personajillos que se autodenominan laikos cuando deberían llamarse anticristianos, porque se puede ser laicista que no laico, que ni siquiera saben utilizar el idioma, sin necesidad de odiar a nadie, no les importa lo más mínimo que se gaste el dinero de los contribuyentes. Lo que les convierte en perros rabiosos es que se haga en cualquier cosa relacionada con la Iglesia. Es más aunque no existiese subvención alguna (ridícula insisto) y las hermandades pagasen el gasto policial, centrarían sus gritos en el otro argumento, la molestia, o inventarían alguno alternativo. Primero enviarían a las cofradías al Arenal y luego prohibirían la Semana Santa o el Rocio “por nuestro bien”. En su caso el asunto es claro y diáfano; odian a los cristianos, odian a la iglesia, a las cofradías y si “pudieran” (y esperemos que no lleguen “a (al) poder”) nos prohibirían ejercer nuestros derechos por lo civil o por lo criminal. Lo del dinero y las molestias es una mera excusa barata que sólo satisface a los ultras que les apoyan.

¿Recuerdan a los grupos de perroflautas dando la matraca con tambores varios, intentando reventarnos la inauguración del alumbrado navideño año tras año?. Alegaban que tanta iluminación atentaba contra el medio ambiente. Falso, como todo lo que configura su argumentación patética. No les verán jamás protestando por lo mismo en las Tendillas un 31 de Enero, ni en San Juan de Letrán el fin de semana previo a la Cuaresma (carnavales para quien no lo sepa), ni cuando se inaugura el alumbrado de la Feria de Mayo, que se llama de Nuestra Señora de la Salud aunque en su infinita ignorancia lo desconozcan (en caso contrario ya hubiesen exigido el cambio de nombre).

En cambio, nunca verán a una banda de cornetas tocando en ninguno de estos eventos para protestar contra nada, ni siquiera por la persecución sufrida por algunos de estos odiadores profesionales que se sienten extremadamente perjudicados porque nuestros músicos (casi todos gente joven que hacen música por amor al arte no ruido contra nadie como otros) ensayan en plena calle, al relente, en mitad de un polígono industrial, y de la parte más irrespetuosa y prescindible de “nuestra” policía local con “nuestro” acomplejado Ayuntamiento mirando hacia otro lado sin dar solución alguna.

No les verán porque la mayoría de nosotros si somos respetuosos con los que piensan diferente, si creemos en la democracia y si creemos que la ciudad es de todos y para todos. Y sobre todo dejamos vivir y lo único que queremos es que con nosotros hagan lo mismo. Los otros, los cobardes, los manipuladores, los mentirosos, los excluyentes, los antidemócratas, esos son los que sobran. Si no saben vivir en sociedad, respetando la diversidad, que cojan el petate, se monten una tienda de campaña en mitad del campo y no den más por c… la tabarra. Al menos en Semana Santa, Cruces y Navidad. El resto del año, que se queden la ciudad para ellos y hagan sus carreritas, sus cabalgatas de carnaval, sus verbenitas, sus campeonatos de “dómino”, sus “peroletes”… o cualquier otro entretenimiento al que puedan añadir la etiqueta de laiko sin esfuerzo alguno. Que disfruten, salten y bailen al compás de Mago de Oz, con la absoluta tranquilidad de que nosotros si les permitiremos vivir en Paz.





  





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