Blas Jesús Muñoz. Desde tiempo inmemorial, casi desde un estadio anterior a la existencia del servicio postal, cuando algo llega tarde la culpa es siempre del cartero, aunque éste siempre llame dos veces y traiga un autógrafo de Pablo Neruda.
Normalmente, con generalidad, frecuentemente, se piensa que es una excusa para justificar el descuido. Pues, normalmente, con generalidad, frecuentemente... resulta más sencillo culpar a otro de la falta propia que asumirla. Son detalles de nuestra cultura ancestral que no se cambian así como así.
Fuera de juicios de valor, tal vez, el comunicado emitido por cierta hermandad cordobesa a través de una red social sea más auténtico que el pan de cantos y el funcionamiento de Correos (al igual que alguna que otra empresa de nuestra amada patria) sea deficiente o haya sufrido una incidencia imponderable.
Tampoco es menos cierto que si se informa, vía comunicado (parecen estar en boga este tipo de comunicaciones), al igual que se sube la imagen digitalizada del mismo, tampoco parece sumamente dificultoso -sin ir más allá del gasto de luz del escáner o de batería del móvil- incorporar una imagen de la reclamación interpuesta para que a nadie le quepa el más mínimo atisbo de duda.
Entre tanto, aunque digan que lo más seguro, por ejemplo, sea enviar giros postales con dinero vía Correos, si en alguna ocasión tienen que hacerlo busquen otras alternativas no sea que un mal funcionamiento le lleve su dinero a Bárcenas.
(Nota del autor: En relación a los usos lingüísticos del comunicado hemos de decir que cuando se nombra a Correos en este artículo, hemos supuesto que -aunque esté en minúscula- se refiere a esta empresa y no deje abierto el espectro a todos los servicios postales que desarrollan su labor en península y Baleares)