Blas Jesús Muñoz. El Domingo de Pasión de 2015 ya es historia contada en los anales de nuestra Semana Santa. Una jornada, siempre intensa, que se erige como la antesala, el anuncio de la Semana Santa.
Una jornada que, más allá de procesos electorales o partidos de fútbol, no trajo como casi siempre la expectativa de cuanto nos gusta y nos hace sentir mejores. Actos que se fueron sucediendo y que -al menos para quien suscribe- remataron en el templo que me hizo crecer como cristiano, católico y cofrade.
La Iglesia de la Compañía se viste de luto y, sin más oropeles que los dos monumentos efímeros dedicados al Señor y su Santísima Madre, convierten al Yacente del Santo Sepulcro en protagonista y vigía del anuncio de la Resurrección.
En la cuenta de su Vía Crucis, la Cofradía lo deposita en el catafalco a la espera de reescribir la historia de un nuevo Viernes Santo, entre el redoble ronco del tambor. Nuestra Señora aguarda con su nuevo manto y, entre tanto (disculpen el atrevimiento), no puedo evitar emocionarme, recordando el año anterior cuando Marcos anunciaba su llegada, justo cuando su Hermandad se preparaba para la estación de Penitencia.
Hechos como ése consiguen que la Semana Santa sea tan grande como sigue siendo.
Recordatorio Itinerarios Semana Santa de Córdoba 2015