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lunes, 27 de abril de 2015

Enfoque: Regina Mater


Blas Jesús Muñoz. La cuenta atrás ya ha comenzado y, en dos meses, una nueva Magna vestirá de pasos y visitantes a la ciudad. Será el segundo magno evento en dos años y, aunque las dudas acerca de la vigencia de dos actos tan exclusivos les reste algo de importancia, la crítica debe ser positiva.

Se han oído voces disonantes y no cabe duda de que, con la experiencia organizativa de la primera ocasión, se antojan razonables, como si de la duda razonable para el juez de una serie americana se tratase. No obstante, quizá (ya lo esbozó Antonio Varo en una entrevista concedida a este medio), esas voces nos inviten a la reflexión.

En la primera oportunidad, con la justificación y organización, como se suele decir, "cogida con alfileres" nadie alzó la voz o, mejor dicho, la alzaron muy pocos. Ahora, en estos últimos meses sí ha habido quien lo ha hecho y, curiosamente (no lo negarán), cuando el evento nace del seno de la Iglesia.

Ver Imágenes cuya devoción es inmensa en sus respectivas localidades es un escaparate para Córdoba y una oportunidad para conocer devociones que, a muchos, sorprenderán. Para alguien que, como quien suscribe, ha tenido -por herencia familiar- la oportunidad de vivir algunas de las de la campiña en propia carne supondrá una jornada especial por muchos motivos.

Verlas en la Catedral, donde uno siempre tuvo su destino y empeño, engrandece la emoción de cuanto se espera. Como explicaba la semana pasada José Juan Jiménez Güeto en el contexto penitencial, acudir a la Catedral es un acto de comunión con el Obispo y la Iglesia diocesana. Poder volver a ver imágenes como la de la Virgen de los Remedios o de la Sierra, para mí, será volver atrás pero con la fuerza del presente.










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