Este es uno de esos artículos que
nunca se quieren escribir, no porque vaya a tratar ningún tema especialmente
escabroso, sino porque es el primero que se escribe después de Semana Santa.
Todo se ha consumado, Jesús ha entrado en nuestra Jerusalén particular, ha sido
condenado a morir en la cruz, ha dado su vida por nosotros y, finalmente, ha
resucitado en nuestros corazones brindándonos la esperanza de María. Son
momentos duros, puesto que los recuerdos están justo detrás de nuestra espalda
pero no podemos girarnos para contemplarlos. Ahora es tiempo de comenzar la
larga espera para volver a vivir el sueño. No me atrevo a definir este artículo
como un balance de todo lo que ha acaecido en estos intensos días, porque
considero que sería demasiado superficial. Y es que…
Hay tiempo para que le cuente lo
maravilloso del regalo que el Dios del Amor me ofreció de ir bajo sus pies.
Seré todo lo minucioso que pueda con los detalles que me alumbraron el corazón
aquellas mágicas horas. Rodeado de buena gente, compartiendo tantas vivencias
con muchos de ellos que caerán inevitablemente en el océano del olvido.
Deleitado por la belleza de andar por derecho por las calles de mi ciudad,
llevando y trayendo de vuelta a casa al mejor de los nacidos. Definitivamente
fueron treinta corazones y un solo latido. Les confieso que estuve tan
entusiasmado con la idea de salir de costalero que muchas veces tenía que
decirme a mí mismo que la Semana Santa se escapaba entre mis dedos como quien
trata de atrapar el agua. En más de una ocasión me venía al pensamiento… Ya no
veo este palio hasta el año que viene, si Dios quiere. Cuánta nostalgia
inundaba mi ser cofrade en esos breves momentos.
Hay tiempo, y mucho, para que esboce
la cantidad de preocupaciones que me deja esta semana de Pasión. Y aquí si
quiero detenerme algo más, porque si espero unos días me enfriaré y estaré
tentado a ser políticamente correcto, cosa que a mí no me va si usted ya me
conoce. La Semana Santa degrada cada vez más en una cabalgata en la que se
sustituye el caramelo por el incienso y las carrozas por pasos de misterio o de
palio. Me consta que este mismo pensamiento está presente en otras ciudades,
pero a mí no me gusta hablar de oídas, y sin duda muchos episodios que he
vivido en mi Semana Santa me hacen reafirmarme en este sentir. No existe ni un
ápice de respeto por las Hermandades, o mejor dicho, por los titulares de las
mismas. Ya que muchas Hermandades propician esta vulgaridad de forma más o
menos inconsciente. La religiosidad se oprime cada vez más bajo la dictadura
del chabacanerismo. El público que asiste a las procesiones, en su gran
mayoría, va a aplaudir los cambios de los misterios y las marchas “guapas” de
los palios, a vociferar olés como si fuera una maldita (que ningún taurino se
ofenda) corrida de toros. Poco le importa que un Cristo vaya sufriendo o una
Virgen llorando, lo que importa es ver quién grita más fuerte guapa o el
pertinente “olé esos costaleros”. Como si fueran igual de importantes, o más,
que lo de arriba. Resulta extremadamente complicado encontrar el recogimiento
en el discurrir de una Cofradía, cuando manadas de niñatos irrespetuosos cruzan
por medio del cortejo, comiendo pipas y descojonándose entre sí aunque a su
lado vean un nazareno de negro, ¡como si va de fluorescente! O cuando se
aplaude la levantá de un paso de silencio, y durante su recorrido hay de todo
menos eso. Pero antes decía que muchas Hermandades propician estas actitudes,
es muy común ver nazarenos haciendo de todo menos estación de penitencia,
músicos fumando detrás de un paso o aplicar la táctica del “todo vale” para
gestionar una Cofradía. Ya les explicaré en qué consiste esta táctica del
aunque podrán intuirlo. No hubo lugar para la lluvia en 2015, pero desde luego
muchos cofrades como yo nos llevamos una buena mojada de distinta índole.
Habrá tiempo para analizar, desde mi
ignorante punto de vista, la situación musical de la Semana Santa, y lo que es
más importante, la actitud de muchos músicos que se piensan que el uniforme les
brinda un aura espectral que les eleva a la altura de quienes van sobre los
pasos.
Habrá tiempo para que aborde temas nuevos
y otros anteriormente tratados, pero que la actualidad me obliga a sacarlos a
relucir de nuevo. Cofrades de medallita paseante, otros que vienen y van a
conveniencia, los autodenominados no creyentes, los amigos de la crítica y a la
vez enemigos de arrimar el hombro…
Habrá tiempo para que le demuestre
que ni el de abajo ni el de atrás jamás podrá con el de arriba. Dios pone a
cada cual en su sitio antes o después, y los pedestales que cada uno se impone
a sí mismo se desmoronan más pronto que tarde.
Habrá tiempo para que me dejen
explicarles que los sueños también se cumplen en las Hermandades, y trataré de
contagiarles la ilusión que comienza a brotar en los corazones verdes de cara
al próximo curso. Buena falta hacía. Hay tiempo para que trate de dibujar en su
pantalla cómo es un Viernes Santo casi perfecto, y para que sueñe de forma
escrita con uno perfecto.
Para todo ello habrá tiempo. Se lo contaré a lo largo de este año, si
usted me deja seguir colándome en su pantalla, como siempre en Gente de Paz,
donde me gusta estar. El reloj interno se ha reiniciado una vez más, como marca
el ciclo de la vida del cofrade.
La bendita locura vuelve a nacer.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza: Hoja en verde