Este 2015 tiene 53 semanas, por lo tanto, 53 artículos para esta columna digital titulada Verde Esperanza. Normalmente sé sobre qué voy a escribir con algunos días de antelación, pero les confieso que estoy en la madrugada del Jueves Santo frente al ordenador y no sé qué les voy a contar.
Muchos de ustedes ya habrán hecho estación de penitencia con la Hermandad de sus amores, y tendrán una mezcla de cansancio, orgullo y reinicio de la cuenta atrás hasta el año que viene. Pero cuando esté usted leyendo este artículo en Gente de Paz yo probablemente estaré en la Casa Hermandad, en la mágica mañana del Viernes Santo, en el almuerzo con mis hermanos de costal o incluso haciendo estación de penitencia con mi Hermandad. No sé muy bien qué contarle, querido lector. Desearía poder abrir una ventana en el lugar desde el que esté leyendo estas líneas, y dejarle que se embriagara de todo lo que rodea la estación de penitencia de mi Cofradía.
Aroma a romero en la calle Gaucín, donde se encuentra la Casa Hermandad del Amor y la Esperanza, desconocida y bella tradición que permitirá que el rachear costalero de los dos pasos deje un reguero verde como el manto de la Esperanza. Bullicio, emoción contenida y posteriormente desbordada a la salida del misterio y del palio; aplausos, saetas y devoción. Luz, pero no la del azul del cielo que revestirá de gala las calles linenses, sino la de nuestros titulares, que brillarán como siempre y como nunca, iluminando de Amor y de Esperanza a todo aquel que se acerque a contemplarlos. Capirotes verde inundando el asfalto de la ciudad. Un misterio andando por derecho, poderoso. Como debe ser, fruto de mucho trabajo. Un palio brillando más que el Sol y la Luna juntos, caminando elegante pero a la vez alegrando todos los corazones que acaricia a su paso.
Este artículo es una hoja en blanco, más bien una hoja en verde, porque lo importante está por escribir, y vendrá escrito en un folio del color de la esperanza. A las 18:45 se abrirán las puertas de la gloria, la mía y la de muchos otros, y la historia comenzará a escribirse sola. Será la primera vez que lleve al Cristo del Amor sobre mis hombros, rezando bajo su cruz y dando testimonio a todo el pueblo de la Pasión según San Bernardo. Sacrificio, momentos de sufrimiento y otros de éxtasis. Será duro ver tan poco a mi Esperanza, pero sin duda se verá compensado con ir bajo mi Cristo, compartiendo latido con los 29 corazones que vamos debajo. Costaleros anónimos, muchos amigos, todos compañeros y hermanos. 364 días luchando junto a muchos otros para poder realizar estación de penitencia lo más dignamente posible durante unas pocas horas. Pura magia que convierte a una Hermandad en Cofradía. Una gran cantidad de granitos de arena que posibilita esta bendita locura que supone procesionar por las calles de la ciudad.
No sé muy bien qué le contaré la semana que viene, tampoco sé qué le he contado hoy, la ilusión y los nervios probablemente me hayan hecho perder elocuencia. Pero tengo la sensación de que algo grande está por venir, seguramente muchos de los momentos más bellos de mi vida. Sé que cometeré muchos errores, pero también soy consciente de que el Señor me dará fuerzas para llevarlo como se merece. Qué privilegio tan grande que me deje ser sus pies, poder rezar bajo su cruz… y compartir Hermandad y Cofradía con la gente que tanto quiero y que tiñe cada vez más mi corazón de Verde Esperanza.
Hoy más que nunca… bendita locura.
José Barea