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viernes, 3 de abril de 2015

La Crónica: Un Jueves Santo de fervor e intensidad


Raquel Medina/ Guillermo Rodríguez. Córdoba ha vivido un Jueves Santo espectacular, pleno de luz, calor, ilusión, fervor e intensidad que comenzaba bajo un sol de justicia allá donde comienza el ocaso. Poniente y Ciudad Jardín se echaron a la calle para acompañar a la Hermandad de la Cena, que se ha convertido, por obra y gracia del trabajo bien hecho, en su hermandad. Una cofradía que ha sabido alcanzar una simbiosis perfecta con el barrio donde emigró en busca de la pujanza encontrada dejando tras de sí a la superpoblada Parroquia de La Trinidad. Es una delicia ver transitar esta vivísima cofradía por cualquier punto de su recorrido, derrochando ilusión, Esperanza y juventud en una jornada en la que se codea con hermandades centenarias. Se estrenaba tras el Señor de la Fe la Agrupación Sagrada Cena, perteneciente a la corporación, que aportó mucho corazón en cada una de las notas que brotaron de l alma de sus componentes. Queda aún sendero por recorrer, pero se hace camino al andar. El Señor cuya cuadrilla dirige magníficamente Carlos D. Lara entró en Carrera Oficial al compás de Consuelo Gitano y fue un excelente preámbulo para lo que habría de venir.

La Hermandad de Las Angustias fue la siguiente en poner su cruz de guía en la plaza de San Agustín, adelantando este año su salida para realizar estación de penitencia ante el Santísimo en el primer Templo de la Diócesis. El paso que porta al maravilloso grupo escultórico que naciera de las manos del eterno Juan de Mesa, que iba exornado con iris morados, estrenaba capataz, por primera vez David Arce se hacía cargo del martillo de la Reina de San Agustín. En opinión de algunos, un paso demasiado largo en ocasiones, a modo de Misterio, que al compás de la frecuencia de música de palio, provocó algún desajuste en algún punto del recorrido. No obstante la calidad contrastada del equipo de capataces sabrá limar estos pequeños detalles en el futuro inmediato. Magníficamente acompañada por la Banda de Música Tubamirum de Cañete de las Torres, la Señora lució impresionante camino de la Santa Iglesia Catedral.

Media hora más tarde salieron a la calle las hermandades del Nazareno y Jesús Caído. La primera de ellas caminando con firmeza en busca de la Carrera Oficial, entre la sobriedad que transmite una cofradía de negro, a pesar de que la infinita ignorancia de unos pocos sea incapaz de aprender que no se aplauden levantás ni saetas al paso de hermandades de silencio. Ambos pasos se giraron al alcanzar el hogar residencial de Jesús Nazareno en un hermoso gesto.

La corporación de San Cayetano, bajo la atenta mirada de Nuestra Señora del Carmen y con un nutrido cortejo, comenzó su itinerario superando la cuesta que culmina en su templo, camino del corazón de Córdoba. Templado como acostumbra el andar de la cuadrilla de Jesús Caído por el peso de la cruz de nuestros pecados, a las órdenes del equipo de Rafael Muñoz Cruz, continuador de una de las sagas de capataces fundamentales de nuestra Semana Santa y acompañado de forma brillante por la Banda de Cornetas y Tambores Caído y Fuensanta, que nunca decepciona. Tras Él y con la mirada maternal que caracteriza a esta dolorosa, Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad poderosa entrando en el palquillo de la Calle Nueva al compás de la excelente Banda de Música de La Esperanza de Córdoba. Tal y como sucede con algún que otro cortejo de la ciudad, se echan de menos capas en los nazarenos de cirio, dando la sensación de hábito inacabado. Mención aparte la inexplicable persistencia, lamentablemente compartida por otras hermandades de este Jueves Santo, de cubrir con capirote a los acólitos. A ver si las nuevas generaciones terminan con esta enojosa costumbre. No hay necesidad de conservar "tradiciones" si carecen de sentido.

Paulatinamente el sol fue dirigiéndose hacia el horizonte mientras comenzaban sus respectivas estaciones de penitencia las hermandades de la Caridad y el Santísimo Cristo de Gracia. Después de muchos años la Hermandad de San Francisco no estuvo acompañada por la Legión para desesperación de unos y regocijo de otros, lo que permitió disfrutar con intensidad a los cofrades, de una de las tallas más maravillosas de nuestra Semana Santa. Estaba Quien debía estar, Quien de verdad importa, y eso lo tuvieron absolutamente claro los miles de cordobeses que acudieron a Su Presencia y también los miles que no estuvieron porque su reclamo desfilaba junto al Mediterráneo. Lástima que no se haya dado el necesario paso de acompañar al imponente Crucificado y a su hermosísima Madre de una banda de cornetas y tambores de verdad aprovechando la coyuntura. Teniendo en cuenta que la incomparecencia militar se repetirá en los próximos años aún se está a tiempo de modificar lo que haya que modificar, reglas si es preciso, y sentar un ilusionante precedente musical que no ha de ser incompatible con presencia legionaria desfilando si el futuro lo dispone y así se desea. Todo pasa porque quienes deben tomar las decisiones tengan claras cuáles han de ser las prioridades.

Desde el Alpargate, el Santísimo Cristo de Gracia, crucificado que llegó a Córdoba allá por el siglo XVII procedente de tierras mejicanas, subió el Realejo sobre su magnífico paso gótico con la elegancia del excelente trabajo realizado por "la gente de abajo" que manda la mano sabia de Luís Miguel Carrión "Curro", incuestionable número uno de los capataces contemporáneos de nuestra ciudad. Impecable el caminar poderoso de la cuadrilla del "Esparraguero" al compás de su extraordinaria Agrupación que está alcanzando unas altas cotas de calidad musical y que desarrolla un repertorio sencillamente perfecto para el Crucificado de las Trinitarios. Momento especialmente emotivo fue el que se pudo vivir a las puertas de la Real Iglesia de San Pablo, donde una representación de la Hermandad del Rocío esperaba a que esta Cofradía del Jueves Santo pasara. Una presencia que viene a demostrar la buena relación entre esta hermandad de gloria y las hermandades de penitencia en general, y la hermandad del Cristo de Gracia en particular, no en vano la Agrupación Musical Cristo de Gracia ensaya en su casa hermandad.

El Jueves Santo finalizó para dar comienzo a la Madrugada del Viernes Santo con la rotundidad que caracteriza a la Hermandad de la Buena Muerte. A las doce de la noche la corporación de San Hipólito puso su cruz de guía en la calle y avanzó por el centro de la ciudad entre un considerable gentío que provoca, como cada año, la desazón, la tristeza y la eterna pregunta que vuela de forma perenne e inmisericorde sobre el firmamento del universo cofrade de Córdoba. ¿Tendremos una Madrugá completa? ¿Realmente hemos de conformarnos con la creencia generalmente aceptada de que Córdoba no está preparada para ello mientras en Sevilla, Jaén, Huelva o Jerez la ciudad vive su noche más hermosa, o nos rebelaremos algún día?. El impresionante crucificado de Castillo Lastrucci sobre su sobrio paso, impuso el silencio y el recogimiento en los miles de cordobeses que se congregaron por las calles que lo condujeron hasta la Carrera Oficial seguido por su preciosa Madre, excelsa, como siempre, en su impresionante paso de palio y acompañados por un cortejo sensiblemente más nutrido que en ocasiones precedentes.

En suma un Jueves Santo de gran calidad en el que se entremezclaron sabores agridulces potenciados por la sensación de que hay cosas que jamás van a cambiar y destellos ilusionantes por lo que el futuro, o los sueños, nos deparen algún día.




















































































































Recordatorio La Crónica: Luces y sombras del Miércoles Santo






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