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sábado, 23 de mayo de 2015

Calvario de iris: La amarga dulzura de una mirada que une dos Universos paralelos


La grandeza del arte, es en sí, la ofrenda que el artista le entrega, siendo conocedor, de los muchos antecesores que fundieron su alma, en dulce néctar de inspiración, creando una plural cadena creativa, haciendo camino, cual Moisés que su personal mirada no contemplara la tierra prometida, un eslabón más, en un Universo sin límites ni fronteras.

La amargura del Nazareno de purpurea mejilla y cruz en el hombro, camino del Calvario, sinfonía de incienso con tacto de lágrimas Vírgenes, Ángeles que peregrinan adorando su Divinidad, sangre del Ungido que hace florecer en tierra de muerte, la vida eterna.

Introspectiva expresión, que el conocimiento y naturaleza iluminan al ser, que adentra sus emociones en la búsqueda, conmovida el alma por las alas de un sueño, haciéndola tangible la voz propia, del que cruza sin cesar el puente entre lo onírico y real. Como la preclara dimensión de aquel "Trinitario", que plasmo en la faz de Nuestro Padre Jesús del Calvario, la amargura de la Pasión. Quiso su espiritual gubia mostrar un padecimiento sereno, un amor puro e incondicional  a la Humanidad, la conjunción del dolor y la más honda dulzura, reflejo de la purísima luz del Reino de los Cielos.


José Antonio Guzmán Pérez







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