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sábado, 23 de mayo de 2015

El cáliz de Claudio: Tan cerca de Ella


Blas Jesús Muñoz. Tal vez, como alguna vez pensé, las cosas suceden porque sí, sin más motivo ni control que el de un azar que se mueve como pez en el agua por el caos ordenado del universo. Pudiera ser, pero cuando los años comprimen el horizonte y expanden los recuerdos el sentido cobra realidad. Y jamás, hasta ahora, caí en la cuenta de que los años no se cumplen más que en nuestra memoria de soles, de lunas a las que miramos en aquellas noches en que el frío recorría el espíritu y las respuestas solo llegaban -si es que lo hacían-, al amanecer.

Recorrimos juntos veranos radiantes de azul, de luz, de marismas completas que eran tan familiares que no las eché en falta hasta que se perdieron. La soledad de la Ermita nos quitaba el cliché de turistas de ocasión para que ella fuera a rezarle a Ella.

Nunca hicimos el camino, nunca recorrimos nuestra Itaca personal cuales Kavafis que dilucidan, al final de su peregrinaje, que la meta es importante porque se ha vivido el camino. Nunca nos bautizaron en el Quema ni nos pusieron otro nombre que no fuera el nuestro. Nunca supimos qué se siente al cruzar el Ajolí, nunca...

Hace unos días me dijiste que llevas dos años sin ir. Tú devoción, como la mía, nos sostiene en la distancia física, pero no olvides jamás que la emoción es otra cosa. Tú me lo enseñaste. Y ésa misma es la que, en esta noche en que todo está a punto de sucederse, nos acerca sin remisión al misterio mismo que albergamos dentro.









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