Suspira el querubín por los pecados capitales que vienen de vanidades y egos difíciles de calmar. Crecen bajo las trabajaderas y solo cabe un costalero por palo. Y crecen fuera de ellas donde el llamador es como el anillo de Sauron.
Suspiros de alado donde se oye... mi tesoro... y a un capataz, antaño mediático que marchó al desierto para nunca volver, que navega por los mares poniendo en boca de otros críticas de envidia hacia algún compañero que lo aventajó en técnica y afán de superación.
Suspira el Ángel por un envidioso que quiso prescindir del que le hacía sombra. Pero el buen hacer del advertido hizo volver sobre sus pasos al envidioso. Pecados capitales sobre costales de doble trama y suspiros de llamadores que se perdieron o nunca se tendrán.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel: Dimitidos