Atardecida amatista de abiertos Crisantemos, olor a claustro de silente convento. Empedrado de pétalos aromatizados por Jara y Romero, velas color vainilla recién prendidas, por el “amor de los amores”, cánticos de cielo Glorifican al Santísimo. La tierra se hace mar, tras sus pasos, plegarias ungidas frente al Altar, campanillas de cielo acompasan la Custodia, sueño de Arfe, catedral gótica, adorada por callejas de nácar.
Mística conjunción, danzantes adolescentes vestidos de azul, elevan la vibración de sus castañuelas, reverencia al Cosmos, como de Jerusalén ramas de olivo mecidas al viento, escuchando las enseñanzas del Maestro, Hijo de la Santísima Trinidad.