Mucho ha dado
que hablar esta feria 2015 que el edil Rafael Jaén prometió reinventar cuatro
años atrás mirando al modelo sevillano (que al final fue que no...). Yo, para
intentar no cansarles demasiado con el tema, intentaré centrarme en cómo se ven
obligadas a afrontarla nuestras Hermandades. Si el día a día de una Cofradía es
duro e ingrato ni imaginarse pueden ustedes lo que supone actualmente instalar
una caseta en el Arenal (allá donde Cristo dio las tres voces y no fue nadie).
En su día pareció buena idea: más espacio, más casetas, más posibilidad de
obtener ingresos. Todo parecía cuadrar. De paso dejábamos de convertir la
Victoria y Vallellano en un auténtico estercolero en pleno centro de la urbe.
Pero claro… la
instalación y el trabajo de una caseta de feria, como todo en las Hermandades
(o como requería en tiempos pretéritos), requiere trabajo y esfuerzo de los
hermanos para funcionar correctamente. Muchas no superaron la prueba de fuego y
a las primeras de cambio (1 o 2 años) abdicaron porque las cuentas no salían:
¿dos semanas y media de trabajo para sacar apenas 500.000 pesetas? ¿Para esto
vamos a reventar de trabajar los mismos de siempre? Pues no… portazo y cierra
la caseta. Tiraremos con las cuotas de hermanos y las completamos con loterías y
cruz de mayo, pensaron. Asimismo hubo quienes trataron de dar con una solución
intermedia: nos quedamos, pero de hecho nos vamos. Es decir: alquilamos.
Solución por la que muchas corporaciones aún optan… Pero claro, hay a quienes
la jugada les sale bien y otros a los que no. ¿Recuerdan el famoso casetazo al
Vía Crucis, Expiración y Caído? Pues eso, que la solución de alquilar, en su
momento, valía (y aún vale) si tenías padrino porque otras corporaciones que se
decantaron por la misma se fueron de rositas un año, otro y otro y aquí nunca
pasó nada.
Luego llegó la
época de las grandes inversiones. A una asociación se le debió ocurrir la idea
de paliar el calor cuasi estival de la última semana del mayo cordobés y… ¡se
hizo el suelo en la caseta para evitar comer polvo día tras día! Y después del
suelo vino el aire acondicionado. Y claro, como es lógico, después de la
primera viene la segunda y, tras esta, la tercera. De este modo los costes de
instalación se fueron disparando. A la par, los hermanos dispuestos a trabajar
en la caseta disminuían cada año, lo que obligó a contratar personal asalariado
para cubrir los huecos que cada vez iban aumentando. Consecuencia: mayores
costes y menos márgenes de beneficios para juntas de gobierno respaldadas por
menos hermanos en tan ingrato trabajo lo que, evidentemente, obligó a más
Hermandades a decir adiós a su caseta. Pero la sangría de costes no acabó ahí:
y es que a alguien bastante avispado se le ocurrió que obligar a cambiar las
instalaciones eléctricas cada “x” años era un negocio la mar de interesante del
cual no se podía prescindir. Toma que toma y clin, clin, ¡caja! Seguimos
sumando más dinero periódicamente a los más de 20.000 € de inversión inicial. Y
eso sin entrar en los requisitos ideados por el Ayuntamiento que, de un tiempo
a esta parte, también se ha unido a dar “facilidades” en las bases para la
instalación: este año la caseta va de azul y blanco por la capitalidad
cultural, otro año de rojo y el siguiente píntela usted de color albero…, ahora
ponga un patio y luego abra otra puerta que será la principal de la caseta en
la fachada sur, etc., etc., etc.…Todo bien fácil, como pueden comprobar.
Desconozco qué
ideas tendrán los próximos inquilinos de nuestro Excelentísimo Ayuntamiento.
Pero, por desgracia, no creo que difieran demasiado de los anteriores
mandatarios locales. Inmovilismo casi absoluto, tolerancia a casetas tan
“modélicas” y tradicionales como la que instalan ASPA o Juan XXIII –que ahí
siguen- y seguir intentando explotar a las menguantes corporaciones
supervivientes que siguen al pie del cañón trabajando por sí mismas su parcela
de recinto ferial.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de cola