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jueves, 25 de junio de 2015

Enfoque: En busca del moderno Decreto de Trevilla


Blas Jesús Muñoz. Hubo quien afirmó que Pedro Antonio llegó incluso a ser afrancesado cuando las circunstancias así lo aconsejaban. No hubiera venido mal que hubiese aprovechado para Córdoba las bondades que trajo a Europa la revolución de la Bastilla, en este caso, aplicadas a Córdoba, amén del decreto por el que decidió regular la Semana Santa hasta un punto que, al menos para él, resultaba recomendable.

Si Trevilla viviese a día hoy y leyese los medios, aparte de un shock profundo ante el avance tecnológico de inmensa proporción, probablemente, se llevaría las manos a la cabeza al comprobar en qué se han convertido las cofradías. Si aquella Córdoba de principios del XIX necesitaba a su juicio un mayor recato, la de las extraordinarias a granel, ¿qué necesitaría?

Realizando una proyección simétrica la prohibición total sería la única medida posible. De hecho, a buen seguro, no hubiera habido Vía Crucis Magno ni Magna Mariana ni nada que se le parezca. Como tampoco en un año se producirían cuatro o cinco salidas extraordinarias porque lo extraordinario sería que hubiese Semana Santa.

En el fondo, uno que es romántico como aquel momento histórico, echaría en falta a alguien con esa mentalidad que propicie una regulación más comedida o estricta -como gusten- de la ingente cantidad (la calidad solo se consigue en ocasiones) de salidas que se están produciendo.

Monseñor Asenjo comenzó en enero a regular lo que, para muchos, es irregulable. Puso una serie de criterios que ya suponen más de lo que se venía haciendo. Y, sin embargo, hace unos días leíamos como una hermandad de su archidiócesis plantea cuatro salidas extraordinarias en un año. El arzobispado decidirá, pero ante semejante abuso, uno no puede dejar de echar de menos a Trevilla.






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