Blas Jesús Muñoz. Aun recuerdo cuando aquella
tarde-noche nuestro compañero Marcos Fernán Caballero informaba en primicia de la celebración de una Magna Mariana y lo mal que le sentó a
algunos que, casi, sufrieron una indigestión tan magna como el evento
que, en unas horas, se va a celebrar. Son gajes de este oficio del que
ni siquiera somos profesionales y aspiramos a informar sin más y a
opinar en la medida que se pueda.
Desde entonces
hasta ahora, las informaciones han ido creciendo en intensidad, de forma
especia, cuando las imágenes han ido llegando a la capital. Entre
tanto, se ha hablado de seguridad, organización, vallados... quizá, con
el recuerdo insistente de la aglomeración que se produjo en aquel
septiembre no tan lejano que dejó una respuesta de público tan
contundente que se quiso utilizar para ensombrecer tanto los errores
ajenos como los propios.
El 27 ha llegado y,
durante estos días la ciudad se ha convertido en un arca que alberga a
la Madre de Dios. Ése debería ser el titular, la base de todo, haber
disfrutado de estos días intensos de vigilia, así como disfrutar esta
mañana de sábado de los pasos dispuestos con las imágenes de la
Santísima Virgen entronizada. Desde Capuchinos a San Pablo, pasando por
la Trinidad.
Ha llegado el día y ya da igual (o
no, quién sabe), que la venta de sillas no haya sido la que se
esperaba, que los programas se hayan vendido y se cree un precedente,
sin olvidar que se han podido adquirir en bares (que ya habla de
categoría) y a con el tiempo pegado a la espalda. Da igual que la Virgen
de la Fuensanta haya sido trasladada a Santiago para haberla puesto de
una forma muy poco digna para ser una Imagen sagrada, imaginen para una
Patrona...
Ya poco importa, ha llegado la hora.
Mañana las crónicas (o, al menos, algunas de ellas) contarán lo
maravilloso que fue todo. Y no duden que ver a María, para mí, siempre
lo es. Habrá algún dirigente cofrade que lo pondrá en su currículum (dos
magnas en dos años, casi nada). Los errores caerán en saco roto, pero
no se apuren porque en Córdoba siempre fue así y es por ello que nunca
aprenderemos.