Blas Jesús Muñoz. Defender a la Iglesia parece deporte de
riesgo. Un parapente, puenting o escalada libre. El mejor de los
adjetivos por defender una gestión bien hecha (podríamos preguntar a los
bipartidistas), no es otro que el de fascista, toda vez que a uno le da
pereza explicar a estas alturas del partido lo que opina de los amigos
de Benito.
Tampoco es Nacional-Catolicismo para disgusto de otros. Uno
jamás (o no debe) añorar lo que no vivió por una cuestión de sensatez.
Si las cofradías vivían mejor era bueno para ellas y, si los demás o
buena parte del resto vivían peor, no habrá en su caso fiesta que
celebrar. Ni tan siquiera la que cantó Serrat.
Es sencillo estratigrafiar, clasificar, poner el cliché en
un artículo adecuado para que los demás -pobres borregos- te tilden y
apunten con su dedo acusador. Es sencillo señalar y no dar explicaciones
porque, para la crítica como aquí se vierte, hay que buscar en lo
profundo, remover lo que hay dentro y soltar una dosis fuerte de
valentía porque tu cara será la predilecta de los demás.
Es sencillo no dar mayor argumento que el de Iglesia
igual... Pero ser parte de Ella es más grande que todo lo contrario.
Defender lo que no está de moda es guerra de ilusos. Decir lo que no se
considera justo o denunciar el abuso cosa de cristianos. Y si no me
creen den un repaso a los libros de historia, aunque alguno seguro dirá
que mienten.