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domingo, 12 de julio de 2015

La Feria de los Discretos: Saber poner el punto y final


En la vida hay que saber poner fin a una trayectoria. Es de sabios decir: Hasta aquí hemos llegado. Dicen que una retirada a tiempo es una victoria. Lo malo, nuestro ego nos traiciona en muchas ocasiones, es tratar de prolongar un recorrido, que el tiempo sobre todo, ha viciado hasta la saciedad, impidiendo ver el bosque de nuestra falta de ideas, la falta de renovación y sobre todo mantenernos en un lugar para el que ya no estamos plenamente cualificados.

Si en nuestra vida, donde nos va tal vez nuestro bienestar y prosperidad, cometemos el error de no ver con claridad el fin, en otras actividades, que deben de ser ociosas como es el caso de nuestras cofradías, nos eternizamos en puestos de responsabilidad sin ver, en la inmensa mayoría de las ocasiones, que el ciclo ha terminado. Por esto es común, desgraciadamente, ver en nuestras corporaciones personas que se perpetúan en cargos, cuando les llega la hora de dar un paso hacia un lado y dejar su lugar a quienes traen aire e ideas frescas.

Un gremio donde el ego traiciona al tiempo, es en el de los titulares de los martillos o llamadores de los pasos de las cofradías. El puesto de capataz tiene un halo, aún desconozco el motivo, en cierto modo heroico. Mi educación británica me impide ver el motivo de esa supuesta heroicidad. El capataz de costaleros no es más que un servidor de la cofradía, en el que esta ha depositado la confianza en la ejecución de un trabajo. ¿Es esto una labor superior a la de otro hermano, o bien, servidor de la cofradía? La respuesta es no. Al capataz se le encarga un servicio y él lo cumple de mejor o peor manera, pero que yo sepa, jamás se ha quedado un paso tirado en mitad de la calle un día de la Semana Santa.

Tanto es así que antaño, este trabajo era encargado a gente, previo pago de un salario, ajena a la cofradía, quien se encargaba de que los pasos fuesen con la mayor dignidad posible. La llegada de los llamados 'hermanos-costaleros', en un principio al mando de capataces que anteriormente habían prestado su trabajo previo pago, dio lugar a una nueva hornada de capataces, que a la postre fueron la renovación de aquellos que provenían de otro tiempo anterior.

Hasta aquí todo natural y razonable. Lo malo está sucediendo en la actualidad. Es obvio, como todo en la vida, que las formas de gestionar y concebir una cuadrilla de costaleros, haya evolucionado hasta límites que hace algunos años era imposible de imaginar. Atrás quedaron la justeza de hombres bajo los pasos, con el consiguiente déficit en la distribución de los trabajos, así como en fundamentos técnicos en la ejecución interna de una parihuela por poner un ejemplo. Atrás quedó un concepto rudimentario y arcaico al que algunos consideran el único válido. 

Aún quedan al mando de muchos pasos, afortunadamente no tantos, personas que no han sabido adaptarse a los tiempos, gentes que ven con recelo la evolución que ha tenido el trabajo de una cuadrilla de costaleros, capataces que viven anclados en la que dicen su verdad, siendo incapaces de dar ese paso al frente hacía la evolución, que les permitiría llegar un punto más hacía una perfección buscada con ahínco.

Muchos no comprenden que su época, y esa verdad o razonamiento al que se aferran, están obsoletos y caducados. Solo piensan en su ego, en ocasiones rayando la fanfarronería, y no ven que les ha llegado de dar un paso hacia un lado. Su etapa está finiquitada.

Quintin García Roelas













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