Paso el magno acontecimiento cofrade del año. La denominada Regina Mater vino a poner a Córdoba en el centro del sentir cofrade. Local y foráneo. Muchos fueron los que se congregaron para presenciar el evento. Pasos y tronos coparon la ciudad en una pública protestación de fe mariana. Se evitaron errores del pasado, no todos, pues la puntualidad en los itinerarios parciales de regreso volvió a convertirse en un esperpento igual que en el Vía Crucis Magno.
Paso la magna y magnos fueron los beneficios, al menos eso cuentan. También hay comerciantes, manipulados y paniaguados de seguro, que no vieron con buenos ojos el despliegue de seguridad llevado a cabo y argumentan que sus negocios, que casualidad, no obtuvieron beneficios del evento. O sea, que en un hipotético traslado de la carrera oficial a la Catedral, antigua Mezquita, primitiva Basílica de San Vicente, ya hay que se está encargado de poner chinitas en el camino pues sus negocios se verán seriamente perjudicados.
Y es que la crítica hacía todo lo relacionado con lo cristiano está de moda. La aconfesionalidad está siendo transformada en un voraz anticlericalismo. Es lo que nos toca vivir. De hecho la recién nombrada alcaldesa de todos los cordobeses no hizo acto de presencia en la Regina Mater. Pretexto el tener la agenda cubierta con un evento deportivo, compromiso adquirido cuando aún no tenía el más remoto conocimiento de que iba a ser nombrada alcaldesa, nombramiento que le vino de carambola y merced al oscuro pacto de Plateros. O sea, que de entrada fue negligente en su nueva función de representación de todos los cordobeses.
No quedó ahí la cosa, pues ante las altas temperaturas la cera vertida sobre las calles no solidificó provocando algún que otro accidente y como el consistorio es responsable, el edil responsable puso el grito en el cielo diciendo que quien ensucia es el obligado a su limpieza. Incluso dejo caer que se iba a proponer a la Agrupación de Cofradías la imposición de algún sistema para evitar en lo posible que la cera sea arrojada al suelo. Este señor no debe de pasear por el casco urbano una noche de cruces de mayo donde los orines, cagadas y demás inmundicias dan una lamentable imagen de la ciudad, pues la suciedad acumulada tiene que ser limpiada en muchas ocasiones por los sufridos vecinos, o si no que le pregunte a los habitantes de la collación de Santa Marina de Aguas Santas, por poner un ejemplo.
No teníamos bastante con esta persecución que al fallar el Tribunal Supremo sobre la celosía del señor De la Hoz, otro edil iluminado por Marx o Lenin, con este último se fotografió luciendo por cierto la elástica blanquiverde, afirmó que la licencia de obras para iniciar su desmontaje se concedería una vez que se hubiese consensuado la obra con diversos organismos, pues incluso la UNESCO tendría que dar su beneplácito al desmontaje de una celosía colocada hace cuarenta años.
Es lo que se lleva. Negar y hacer imposible la vida a todo lo que huela a incienso e iglesia. Es poner chinitas en el camino de un colectivo que tiene un gran peso especifico en la ciudad. Es ningunear quien está llevando el nombre de Córdoba fuera de nuestras fronteras, es negar lo que no tiene negación. Mientras tanto se es amable con otras confesiones. Esperemos que un futuro, esperemos que lejano, también se les obligue a limpiar cuando celebren su tradicional fiesta del cordero. La sangre y los mondongos son más escandalosos que la cera.
Quintín García Roelas
Recordatorio Enfoque: Magna decepción