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domingo, 5 de julio de 2015

El cáliz de Claudio: El final de una etapa


Todo era nuevo y, a la vez, demasiado familiar. Hacía años que se había prometido no volver a tomar las ropas propias del que fue su oficio. Apenas recordaba el tacto familiar de la arpillera, la forma que se dibujaba en la cintura cuando se apretaba la faja y contenía la respiración, instantes antes de acometer el primer esfuerzo. Tampoco le era ajena, mas quedaba en las sensaciones de otro tiempo, la oscuridad meditada que ofrecían -como muros infranqueables, los faldones bajo el espacio indefinido de la parihuela. El roce seco de la madera, ajustando el cuello en un ritual innato de preparación. 

Caminó por el interior del templo, entre la penumbra medida que ofrece todo espacio sacro. Rodeó la nave con la intención de evitar un saludo inoportuno y se apostó frente al paso. Pasaron segundos, minutos o un instante indefinido de siglos recordando escenas, momentos, sensaciones... Todo parecía tan nuevo como si lo hubiera soñado y, ahora, la mirada dolía como si se sobresaltase al despertar.

Recordó los motivos que le habían impulsado a retirarse. Los ensayos comenzaron a resultar tediosos, las mismas caras, las mismas conversaciones, los mismos sonidos, una y otra vez, repetidos. Y aquel suceso que lo cambió todo para siempre. La sensación de pérdida, de vacío, nunca terminaba de irse, pero, para su sorpresa, al enfrentarse al momento decisivo, el dolor no volvía y las mariposas en el estómago regresaban como la primera vez.

Alguien le tocó el hombro y lo devolvió a la realidad de la estancia sagrada y repleta de gente, disponiéndose a acometer la salida. Repitió el antiguo ritual bajo la trabajadera y el sonido del martillo dio comienzo a la procesión. San Rafael tomaba las calles que siempre fueron suyas y él era parte de aquel momento para la historia. Fueron muchos los recuerdos, mientras sabía que aquellas chicotás eran las últimas que daría en su vida. Se volvió a sentir costalero, mientras pensaba que nada lo representaba más a él y a su pueblo que ser parte de la imagen del Custodio, del Arcángel recorriendo las calles que siempre fueron suyas.

Blas Jesús Muñoz









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