Blas Jesús Muñoz. Hace una semana nos hallábamos inmersos en las vísperas de la celebración de la Magna Mariana. El tan esperado Regina Mater nos dejó momentos inolvidables, que ya son parte de la historia viva de nuestras cofradías, en diversos puntos de la ciudad.
La
Parroquial de la Trinidad se erigía en uno de los puntos de luz que
irradiaban Fe al resto de la ciudad, a través de la intensa devoción
-mostrada y recíproca- que nos ha dejado la Patrona de los egabrenses,
María Santísima de la Sierra.
La Virgen se despedía el
domingo de fieles y devotos entre alegría, emoción y la melancolía de
quienes saben lo que vivieron y sintieron. Se despidió ataviada ataviada
como la Reina que es. Con la saya que fuera vestido de novia de la
Vizcondesa de Termens, junto al popular manto de los claveles, brocado
en plata del siglo XVIII.
El próximo domingo día 5 la
Santísima Virgen retornará a su Santuario a hombros de sus costaleros.
Entre tanto, en el recuerdo nos queda una semana de estancia en San Juan
y Todos los Santos que, ahora, nos deja en el estómago los restos de
sus mariposas y una nostalgia, un amor entregado, un vacío en el
corazón, en el alma de la Trinidad.
Fotos Pablo Cabello